El bosque de Bomarzo y el Parque del Oeste

17 Jun

Ningún parque de Málaga alcanza los niveles de prestación de servicios, originalidad y extensión del Parque del Oeste.

Sería bueno que en el futuro parque que recibirá la sombra perpetua de los rascacielos de Repsol, en la atosigada Carretera de Cádiz, el Ayuntamiento echara los restos, vista la jugarreta urbanística de «achique de zona verde», para crear algo parecido. Pero será difícil igualar este Parque del Oeste que en los últimos años ha visto cómo siguen aumentando las obras del escultor bávaro-malagueño Stefan von Reiswitz.

El martes, a la caída de la tarde, el sol seguía bañando estas esculturas fantasiosas, que parecían salidas del bosque de Bomarzo.

En la zona más próxima al paseo marítimo, una sirena con guirnaldas doradas surge de las aguas y un poco más adelante, cerca ya del túnel en el que resuena la música acuática de Haendel, una niña cabalga sobre un delfín, mientras a su lado otro trata de alcanzar la orilla.

Lo que llama la atención, observando con minuciosidad a los paseantes, es el grado de civismo que presentan. Siempre hay excepciones, claro, como un grupo de quinceañeros parapetado delante del estanque, que trata de capturar alguna carpa. Afortunadamente, los animalitos son bastante más inteligentes que el muchacheo y aunque uno de ellos golpea con su tenis de marca la superficie del estanque, las carpas no captan la indirecta. Gamberreo y adolescencia muchas veces van de la mano.

Esa tarde además, una pareja de japoneses recorría el parque con ojos ilusionados, fotografiando todo lo que se movía, y lo que no, porque la estatua de ese minotauro sobre un manto de piedras blancas al pie del cerro que corona la pajarera, es digno de verse en una tele japonesa, ya de regreso al país del sol naciente.

También merecen la pena esas figuras recostadas de mujeres romanas o griegas con cabeza de concha de caracol, que refuerzan el enigma de las estatuas que están en un segundo nivel, escoltando un paseo de setos. Y ya en la parte más próxima a la Realenga de San Luis, una colección de pérgolas, con una disposición parecida a la que ahora se extiende por el Puerto, se convierte en un verdadero refugio frente al «calino».

El Parque del Oeste rompe con ese modelo de zona verde decimonónica que, por ejemplo, podemos ver en otro parque reciente como el Parque Huelin, con alguna salvedad. Sin desmerecer esta última zona verde, la del Oeste tiene un plus de «fresca originalidad» que ningún otro parque de Málaga tiene. Ya es hora de ir copiando este modelo.

El ejemplo

El número 30 de la calle Cristo de la Epidemia es un precioso ejemplo de edificio rehabilitado, que tiene un par de bloques más a la derecha, ya casi en el jardín de los Monos, a su «contrario»:?se trata del mismo tipo edificio, con los mismos elementos sólo que totalmente desvencijado.

Los propietarios de este viejo inmueble ya tienen un magnífico ejemplo a seguir.

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