Tres momentos inquietantes en el teatro malagueño

7 Abr

El pintor malagueño Francisco Moreno Ortega fue en su juventud uno de los alumnos de Guillermina Soto, la oronda malagueña nacida en Madrid que durante años dirigió una escuela de actores con Antonio Banderas y Lucio Romero entre sus alumnos.

Enemiga ‘soterrada’ de su ‘competidora’ Ángeles Rubio Argüelles, en una ocasión los alumnos de las dos maestras midieron sus fuerzas durante una representación teatral en el edificio de los sindicatos, en el Muelle de Heredia.

Como recuerda Francisco Moreno Ortega, se representaba ‘Don Juan Tenorio’, con doña Guillermina, que siempre se cogía los papeles principales, haciendo de Don Juan, lo que provocó entre los alumnos de Rubio Argüelles, asistentes al espectáculo, claras muestras de mofa con lanzamiento de pelotas y aviones de papel.

A tanto llegó el cachondeo que el marido de la diva, que seguramente haría de Don Luis Mejía, subió hasta donde se encontraba el grupo de folloneros y a uno de ellos le hirió con la espada, hasta el punto de que los periódicos nacionales informaron esta ‘sangre auténtica’ vertida en una representación de Don Juan.

Francisco Moreno Ortega también vivió, en el mismo escenario de los Sindicatos, otra escena tremenda con Guillermina Soto en el papel estelar de la Virgen María, representando la Pasión. Parte del público, no sabemos si seguidores de doña Ángeles, volvieron a cuestionar las hechuras de la primera actriz, justo cuando estaba arrodillada al pie de la cruz llorando la muerte de su Hijo.A la segunda tanda de risitas y murmuraciones, doña Guillermina se puso de pie, miró al público y le soltó una bronca, más indignada que la Reina de la Noche. Una vez terminado el rapapolvo, con mucho trabajo volvió a arrodillarse y continuó la actuación rodeada de un silencio sepulcral.

También en otra representación de la Pasión, en la que actuaba nuestro pintor, dio la casualidad de que el actor que interpretaba a Longinos veía menos que el que se perdió en la isla. En una época en la que no existían las lentillas, nuestro soldado medio cegato, armado de la lanza de rigor, entró en escena y se dispuso a ‘simular’ que efectuaba la lanzada en el costado al actor que interpretaba a Jesús.

Ya se pueden imaginar el resultado. El centurión miope, midiendo mal las distancias, no estaba ‘simulando’ una lanzada sino ejecutándola, así que mientras el actor que hacía de Jesús trataba de seguir con su papel, decía por lo bajini, aunque cada vez más alto hasta ser escuchado por la audiencia:?“¡Cab… que me estás dando de verdad!” Lo afirman hasta los más avezados presentadores de Tele Estiércol (así llama el gran columnista Cipriano Torres a la ‘cadena amiga’): son los riesgos del directo.

Curación

El vacío ‘post semanasantero’ tiene cura. En mayo abrirá de nuevo el Museo de las Cofradías.

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