¿10, 50, 500? ¿Cuántos silencios hemos presenciado en los procesos
por los casos de corrupción? El mayor silencio de todos es el de Rajoy y constituye su ‘biblia’ de gobierno. Pero parece que pronto tocará a su fin
A 4 días de la fecha marcada para la realización del referéndum surrealista de Cataluña la situación se ha ‘movido’ (sería aventurado decir que ha evolucionado o involucionado). Diccionario en mano es lógico decir que la ‘consulta popular’ es surrealista por varias razones concurrentes: nadie cree que del resultado salga una decisión, de lo cual se deduce que no quedará nada claro el ‘derecho a decidir’; mucho menos habrá alguien que espere mayor claridad en el tema de la autonomía o el separatismo; pero al margen de las definiciones que no se podrán alcanzar por la votación ocurre que el hecho mismo no tendrá suficiente ‘concreción’ porque no hay urnas ni sitios idóneos para votar; y por no haber no hay siquiera una auténtica campaña electoral, ni por el ‘si’ ni por el ‘no’.
Se podría pensar que la votación es puramente ‘simbólica’. De hecho esto no hace más que reforzar el carácter surrealista, puesto que ya hubo variados pronunciamientos y esta dudosa votación no agrega ni quita nada. Por otra parte una votación que se ha convocado para obtener una respuesta concreta no puede considerarse como un éxito si su valor resulta puramente simbólico. En realidad, referentes que son solo simbólicos ya se han producido, indicando, por ejemplo, el enorme peso de la opinión favorable a la independencia. Y también incluso el amplio sector favorable a la postura abiertamente separatista. De modo que en este sentido no queda mucho por agregar.
Referéndum surrealista, pues. Sin embargo…
Sin embargo, aparecen otras posibles consecuencias del referéndum y de sus derivaciones. Y, curiosamente, son reflejos de las ‘respuestas’ torpes o de los procesos paralelos que el ‘procés’ puesto en marcha por los independentistas está desatando.
La intransigencia del gobierno nacional y los anuncios amenazadores (que hasta insinúan una posible acción militar) tuvieron el previsible efecto de radicalizar todas las posiciones: la de los propios independentistas (que pudieron aparecer ante la opinión catalana como los únicos que enfrentan al gobierno de Madrid); la de los españoles que respaldan al gobierno nacional y se enardecen pensando en un choque, o en rupturas ‘inevitables’; y la del propio Gobierno central que vuelve a alimentar sueños de mayorías absolutas contando con fuerzas ‘afines’ y con la simpatía de algunos partidos locales que a su vez temen al expansionismo catalán.
Dicho de otra manera: el referéndum puede resultar inútil para las aspiraciones catalanas pero fértil para una reactivación de la vida política de España que parece aletargada.
Paradójicamente una mayor actividad y agitación en España puede coincidir con una movida del péndulo catalán hacia una cierta normalidad.
Estas curiosas consecuencias serían la cosecha del silencio y el inmovilismo de Rajoy que hasta hoy puede confundirse con habilidad. El presidente del Gobierno ha seguido en realidad la vieja e hipócrita táctica de hacer de la necesidad virtud. Y así su obligado y temeroso silencio ha llegado a identificarse con sabiduría. Pero no siempre la realidad se puede estirar hasta donde las tácticas necesitan y esto lo aprendieron a un alto precio tanto Pedro Sánchez como Pablo lglesias.
La ambición de Rajoy puede hacerlo soñar con que habrá un ‘final feliz’. Las ambiciones catalanas quedarían una vez más aparcadas y el panorama político se apaciguaría, abriendo así otro compás de espera para que él y sus silencios sigan gobernando.
Pero lo que puede romper los cálculos del presidente del Gobierno es el otro proceso que ha vuelto a desatarse: el de los nacionalismos más fuertes. El presidente del Partido Nacionalista Vasco, Íñigo Urkullu (da la impresión de que muy empujado por su partido) ha puesto un fuerte obstáculo al Gobierno central: basta de amenazas a Cataluña y de impedir las consultas populares. Los nacionalistas vascos han puesto límites muy consistentes porque de ellos depende que se aprueben los presupuestos de Rajoy para el 2018. Y detrás del PNV se intenta tramar un pacto muy amplio, respaldando Podemos y los ‘comunes’ de Ada Colau una alianza encabezada por el PSOE para desalojar al PP. !Amigo! !Qué complicada es la política! Nosotros tenemos la suerte de no depender de ningún partido ni tener que ‘interpretar’ la realidad siguiendo algún dogma. Pero la pasan muy mal quienes tienen que pintar el mapa siempre con los mismos colores.