La ideología se diluye

3 Abr

Parece que a los náufragos de las ideologías tampoco hay quien los rescate. Fascismo y comunismo son residuales y el liberalismo está dando sus últimas boqueadas

Hace mucho que vengo insistiendo en la desaparición del viejo esquema izquierda/derecha. Hubo un tiempo, hace unos 20 años, en que se produjo una polémica amplia sobre este tema. El teórico italiano Norberto Bobbio hizo entonces la defensa del tándem izquierda/derecha apoyándola en un cuadro basado en dos parámetros: la ‘libertad’ y la ‘justicia’, como aspiraciones inalcanzables pero cuya búsqueda ayudaba a definir a las distintas fuerzas políticas.

El mismo Bobbio se quejaba de que los pensadores y politólogos generalmente solo observaban y describían las fuerzas políticas actuantes en Europa (ahora ya no podrían intentarlo siquiera: las diferencias cada vez son más amplias.

En aquellas fechas me parecía increíble que se siguieran analizando solo las experiencias europeas: esto «no deja de formar parte de los modelos eurocéntricos», puesto que «en el Tercer Mundo hace ya mucho tiempo que todo el mundo sabe que la lucha política no está limitada para nada al plano interno de una sociedad». Creo que hoy, con Trump, Putin y los ‘pequeños’ timoneles chinos, quedan pocas dudas de que el poder se maneja a escala mundial y las naciones, gradualmente despojadas de su soberanía, funcionan como ‘provincias’ del imperio.

A partir de este hecho esencial –el cambio, por inservible, de la ‘plantilla’ izquierda/derecha– vemos los ‘restos’ de los planteamientos de base ideológica como ingredientes de recetas que ya han desaparecido.

En estos últimos 20 años la pérdida de referentes ideológicos ha sido un gota a gota constante. Claro que pocos han sido los ‘contenedores’ de opinión que dieron cobijo a estos prófugos de este esquematismo que había durado casi medio siglo (desde el final de la II Guerra Mundial hasta comienzos de los ‘90).

Puede resultar intrigante la capacidad de resistencia que tienen estas ideologías (fascismo, nazismo, comunismo, liberalismo…). Pero la intriga no es tal porque hay varias evidencias: la primera, que casi no hay propuestas novedosas; hay, por el contrario, muchas variantes retocadas de aquellos ‘clásicos’ que se apoyan en temas en realidad coyunturales (crisis de los refugiados, fragilidad y posible derrumbe de la Unión Europea; recuperación de espacios por Rusia, crecimiento imparable de China, etc., etc.).

La segunda evidencia es el crecimiento del populismo. Habréis visto que la palabra ‘populismo’ se expande a velocidad de vértigo y se convierte en eje de presuntas ‘definiciones’ de cualquier fuerza política que se desmarque del núcleo duro de la Unión Europea. Nadie habla, en cambio, de un movimiento que nutrió sus comienzos, los ‘Naródniki’, anarquistas rusos que pretendían dar protagonismo a las masas,en oposición al elitismo marxista, que se volcó totalmente a la idea de las ‘vanguardias’ revolucionarias que guiarían al pueblo. Tan amenazante resulta la idea del protagonismo popular que de un solo golpe ha derribado de su cabalgadura ideológica al ya tambaleante liberalismo (o ‘neoliberalismo’) que se presentaba como el gran defensor de la democracia: rápidamente algunos de sus adalides han comenzado a ‘reelaborar’ la idea central: siguiendo la vieja propuesta marxista, ellos también se apuntan a dejar la ‘soberanía’ a las elites que los ideólogos liberales controlan. Para completar el cuadro está el nuevo ascenso nacionalista, en fórmulas que lo mezclan con el populismo en distintas dosis. Y en este rechazo al nacionalismo y al populismo puede estar una de las claves de que el abandono de la democracia se haga con la ayuda y a veces la complicidad de los intelectuales (muy sensibles, por ejemplo, a que entre los defensores del Sistema haya grandes figuras literarias, como Vargas Llosa). Parece que el rechazo histórico y el arraigado prejuicio que quedó como herencia, no deja ver una evidencia: los que estan demoliendo la idea de nación son hoy los agentes del Imperio. La ‘nación’ desplazó en parte a la Iglesia cuando fuimos entrando en el túnel de la modernidad… Y ahora, cuando la reivindicación ‘nacional’ nos toca a los rezagados y abandonados, nos ‘cierran la puerta’: la Nación será para el Imperio –siempre ultranacionalista– o para su desafiante, China (otro hipernacionalismo), mientras Putin intenta desesperadamente reflotarla, aunque sea como grumete del Capitán Trump, y los Estados de la UE remueven entre los escombros como si hubieran perdido su muñeca hinchable. Conviene recordar que hoy día los que hacen desaparecer fronteras son, básicamente, Israel y la CIA.

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