Si hubiéramos ido a visitar otras galaxias y al volver nos hubieran contado lo que está pasando en el mundo tal vez ni siquiera nos habríamos reído: pensaríamos que nos estaban tomando el pelo
No parece que los medios de comunicación se estén planteando analizar a fondo y con seriedad la nueva realidad europea. Claro que todo el mundo está ahora pendiente del ascenso a la presidencia de Donald Trump y no parece conveniente querer adelantarse a los acontecimientos. Pero no cabe duda de que las fuerzas políticas europeas están estrujándose las neuronas planteándose los distintos escenarios que pueden presentarse.
Después de todo ya hay unos cuantos datos para intentar adivinar el rumbo que puede tomar Trump.
Por otra parte, la técnica del ajedrez supone plantearse las distintas jugadas posibles y dibujar así los escenarios que pueden presentarse. Pero hay que contar ahora con el surrealismo que ha escapado del campo del arte para instalarse en cuanto hueco ha encontrado y particularmente ha visto una oportunidad en la política.
¿O no es surrealista que el candidato más conservador y aislacionista encuentre su mejor aliado en la Rusia de Putin, y justamente cuando ésta nación está haciendo denodados esfuerzos para recuperar –o reforzar– su lugar como segunda potencia mundial?
¿O no es surrealista que todos los servicios de inteligencia norteamericanos acusen a Moscú de interferir en el resultado electoral y el futuro presidente, en cambio, respalde la figura de Putin y asegure empecinadamente que el ciberataque no ha influido en absoluto en los resultados electorales?
¿O no es surrealista que el país de la libre empresa pueda acudir, como se anuncia, al proteccionismo, mientras la última gran nación oficialmente comunista sea la gran defensora del mercado y de las puertas abiertas, sin trabas, al comercio internacional?
¿O no es surrealista que Obama –es decir, Washington– haya sostenido al castrismo con su repentino acercamiento a Cuba y sea en este preciso momento (mañana puede ocurrir lo contrario) el mayor defensor de Irán?
Rebobinemos. Si nos hubiesen relatado el año pasado, al regresar de un viaje intergaláctico, estas movidas como algo que estaba ocurriendo quizás nos hubiésemos reído; o tal vez no, porque nos podría parecer todo demasiado exagerado. Vamos, que no hubiera sido posible ‘vendérselo’ a la página humorística El Mundo Today, por ejemplo. Es probable que el editor (o quien se tomara el trabajo de leerlo) nos hubiera sonreído comprensivo con el típico ‘inténtelo de nuevo’, que es equivalente al ‘vuelva usted mañana’.
La expansión del surrealismo se ha convertido en un grave obstáculo para tratar de definir los distintos posibles escenarios. ¿Podrá Trump convertirse repentinamente en ‘socio’ de China? De ¿Mandará Putin su portaaviones al Cabo de Hornos? ¿Propondrá Israel un plan de paz a los palestinos?
De todos modos, Europa debería estar aprovechando este momento de desconcierto para hacer lo que el movimiento Cinco Estrellas italiano intenta: debatir y negociar nuevos reagrupamientos de fuerzas para definir su posible papel futuro. A primera vista son los primeros en plantearse la necesidad de ‘repensar’ el porvenir. Pero es tanta la ineptitud, la pereza o el miedo (o todo al mismo tiempo)que la propia ruptura de la alianza entre Cinco Estrellas y Nigel Farage se presenta como una diferencia ideológica… cuando lo que ocurre es, básicamente, que los euroescépticos ‘se van’ de Europa y los italianos, que de momento se quedan, perderán a su aliado. Tal vez las huestes de Beppe Grillo terminen formando parte de una confluencia que resulte la tercera fuerza dentro de la UE. O sea que allí, en ‘nuestra Europa’ (la decadencia les ha llevado a pedir ayuda a Rajoy) la situación se está poniendo demasiado difícil pero sigue dominando la incapacidad para admitir la profundidad de la crisis. El brexit ha sido, como se veía venir (y todavía no lo ven venir) el comienzo del fin de la Unión Europea. Esto es todo lo contrario del surrealismo reinante: es realismo puro.