El 20 de enero empezará algo

27 Dic

No sé. ¿Cómo reaccionaríamos si el hijo, que era un poco díscolo y respondón, nos confiesa que el paquete que llevaba esta mañana era un bomba de fabricación casera que él mismo había hecho? Y que no nos quiere contar dónde la puso. Lo que es seguro es que, hagamos lo que hagamos, cambiarán mucho las relaciones. Tomaremos brutal conciencia de que el ‘chico’ puede morir o matar en cualquier momento. La vida de todos será distinta. Muy probablemente el miedo se instalará en nuestra familia y no habrá quien lo quite de allí. Dicho de otra manera: todo será diferente. Así deberíamos estar reaccionando ya todos –las personas, los medios de comunicación, los gobernantes– ante la perspectiva de que en este momento no estemos en vísperas de iniciar un nuevo año sino de abrir una nueva etapa histórica: el 20 de enero, con la llegada de Trump al gobierno de Estados Unidos, debemos poner el contador a cero. Da la sensación de que el mundo se está preparando en silencio para recibirlo. La potencia ‘número 2’, Rusia, está en plena efervescencia. Con indisimuladas reivindicaciones de la Unión Soviética se ponen en primer plano no las conquistas sociales, que fueron pocas, sino el ímpetu dominante: la URSS despertaba admiración, respeto y temor por su capacidad militar y económica… Y se levanta el recuerdo de ese momento culminante, justo antes del derrumbe, cuando se vio que ni el poder económico ni la potencia militar respondían a la realidad sino que eran un gran edificio propagandístico y, en todo caso, ese estatus de segunda potencia se había hecho insostenible. Putin se ha cuidado muy bien de recordar que la URSS no puede revivir. Pero ha dejado crecer al máximo –y lo ha estimulado– el orgullo patriótico que en su día se abrigó con ese estatus de ‘segunda potencia’. En Europa desde los primeros meses del año comienzan los desafíos de las fuerzas que el sistema llama ‘populistas’. En Francia, en Alemania, en Italia, habrá encontronazos en la urnas que las elites gobernantes no se atreven a tildar de antidemocráticas pero cuyos ‘pensadores’ sí insisten en caracterizarlas como opuestas a la ‘Democracia representativa’. Nunca terminan de aclarar cómo la opinión de los ‘representados’ debe dejarse de lado para dar todo el protagonismo a los ‘representantes’ y que sean éstos quienes adopten las decisiones. No siendo decisivos los votos de todos, los ‘representantes’ ocupan el lugar de la gente y dejan fuera al conjunto de la población. Es curioso que se hayan atrevido a tanto: se ríen de la expresión ‘gente’ y de la expresión ‘pueblo’… Y ellos… ¿quiénes son? Son profesores, intelectuales, estudiosos que siempre han considerado al ‘pueblo’ poco instruido y han soñado con que se los escuche como los que saben tanto que nos pueden orientar a todos. En casi todo el resto del mundo las aventuras democráticas son ya muy escasas y a la cerrazón total del régimen chino hay que sumar los rebrotes totalitarios en Japón, cada día con más ínfulas de retorno al Imperio del Sol Naciente. Podría decirse que, empezando por su ‘amistad’ con Putin, Trump llega al gobierno rodeado de alfombras rojas que lo invitan a transitar como dueño del planeta. No sé lo que empezará realmente el 20 de enero, pero con toda certeza es algo mucho más gordo y peligroso que ese simpático 2017 que a lo mejor nos deja, humildemente, 20 días de jolgorio.

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