El PSOE, con su inestabilidad, está favoreciendo las tácticas dilatorias de Rajoy, que intenta distraernos con un dudoso talante negociador. No parece que haya ningún cambio en el gobierno: tocan las piezas sin moverlas como cuando los ajedrecistas dicen ‘para acomodar’
Si la del PSOE fuera una guerra convencional no resultaría nada fácil contar cuántos ‘soldaditos’ tiene cada uno. Porque tampoco se sabe, en realidad, a quien son leales los regimientos y batallones que se están formando. Pero esto acaba de empezar y tal vez la escasa fortaleza del liderazgo personal de Pedro Sánchez llame a engaño.
En otras palabras: si decimos que los ‘críticos’ que atacan a la gestora del PSOE son un gran poder emergente probablemente nos equivoquemos. Pero quizás no nos equivocaríamos tanto si damos prioridad a las escaramuzas que están librando los socialistas porque del resultado de estos choques puede resultar, en definitiva, el ‘nacimiento’ de un nuevo PSOE o el comienzo de una larga marcha de este partido histórico por una agrietada senda que los lleve a la desaparición… entendámonos: desaparición del escenario de las fuerzas políticas protagónicas.
En este momento, sin profundizar mucho en las características ‘ideológicas’ que están separando a las distintas ‘familias’ socialistas (ahora más que nunca las ideologías ocultan conflictos de intereses, pugnas territoriales y enemistades personales) se ve claramente que todo el proceso de ascenso, decadencia y caída de Pedro Sánchez (incluyendo como coletilla el intento de ‘resurrección’) ha dejado al PSOE tan desarticulado que no parece que pueda salvarse sentando a negociar a personas y grupos que, además, no tienen por ahora la menor intención de negociar.
Dos cosas están quedando a la vista, una en el centro del escenario y otra entre bastidores: a la vista está el derribo de Felipe González, que ha sido más que nada un proceso autodestructivo: el ‘felipismo’ se ‘inmoló’ en un intento desesperado de salvar al bipartidismo; otra cosa es saber si el propio Felipe tiene consciencia de que se la ha jugado y su actual deriva política no tiene camino de retorno. El grado de omnipotencia de ‘Dios’ (con razón le habían apodado así sus propios partidarios) es tal que todavía puede autoengañarse pensando que su carrera política tendrá continuidad.
Lo que se ha cocinado a escondidas de la vista del público es el pacto de los socialistas de Euskadi con el Partido Nacionalista Vasco.
De este modo queda en evidencia que las fricciones del PSOE con los socialistas catalanes y la autonomía con la que se están moviendo los vascos están perfilando ya por lo menos dos PSOE’s: el de la centralidad y el de las ‘nacionalidades’.
Pero las cosas serán muy distintas si estas rebeliones periféricas se articulan entre sí y suman a los descontentos de muchas otras procedencias que si catalanes y vascos intentan reagruparse bajo una bandera de ‘unidad’ que por ahora nadie agita.
Para muchos la clave sigue estando en Andalucía. ¿Que peso real tienen los que han ‘desacatado’ las órdenes de la capitana Susana Díaz? Hay un grupo sevillano con cierta fuerza y en Granada se están reagrupando ‘antisusanistas’ de distintas procedencias. Rebeldes hay por todos lados pero, ya se sabe, a la hora del ‘combate’ suelen producirse muchas deserciones.
A ver si va a resultar que los encontronazos dentro del PSOE se parecen a la Armada Brancaleone que, en plena Edad Media, comandaba Victorio Gassman en famélicas correrías que eran mucho más un ejercicio de pintoresca supervivencia que un proyecto militar. En realidad, quien terminó pareciéndose más a Gassman fue el propio Felipe González, con unas volteretas políticas inesperadas que le están haciendo perder incluso a sus fans más domesticados.
Sobreviva o no como fuerza política de envergadura, el PSOE se ha dejado ya en los bordes de la gatera en la que se ha metido su imagen de partido unido y capaz de cierta audacia en los momentos culminantes… Ahora ha hecho un triste papel de escudero de Rajoy y ha sido justamente el ‘felipismo’ el que lo ha arrojado a los pies de los caballos.
De más está decir que el proceso interno del PSOE es determinante para todos los demás partidos y para configurar ésta todavía tan indefinida nueva etapa en la que Rajoy está aprovechando justamente la debilidad socialista para montar una comedia de PP negociador. La debilidad socialista tiene otra consecuencia favorable a Rajoy: no dejan ocupar su sitio tampoco a Podemos.