Se ha creado toda una trama de miedos que asusta y confunde; el Sistema los difunde, agranda y achica; el trasfondo de todos ellos es el miedo a la ‘gente’ que traba cualquier desarrollo democrático
Si pretendiera imitar a algunos colegas me bastaría con poner ‘Iglesias/esmoquin’ o ‘Pablo/pajarita’. Bueno faltaría un detalle: aclarar que lo del esmoquin y la pajarita me parece una tontería que no merece mayor atención. Y este doble discurso, metido en tantos comentarios, es quizás un buen reflejo del mundo de hoy y de los medios de comunicación, espejo de ese mundo al estilo de los reflejos deformantes de los parques de diversiones. Yo creo que es, en efecto, un tema interesante como seña de identificación de Iglesias y su indudable personalidad histriónica. Lo que el espejo deforma, en este caso, es la importancia de Pablo Iglesias en el escenario político. Se puede decir que la importancia de Iglesias se presenta entre dos adjetivos: sus partidarios lo ‘engrandecen’, le dan unas proporciones que probablemente todavía no tiene; y sus enemigos, muchos y poderosos, lo ‘agrandan’: le adjudican una dimensión que también es mucho mayor que la real. El miedo se ha convertido en un ingrediente de la política española –europea, mundial– por algo que se señala y se denuncia pero sin que podamos darle aún su papel principal.
Por debajo de todo, como trama subterránea, subyace el miedo a la gente, que traba cualquier desarrollo democrático. La ‘gente’ no es de fiar, puede llevarnos por caminos inesperados, peligrosos, inseguros. Sobre esa desconfianza general se siembran las demás: el terrorismo, las religiones, que para combatir el ‘satanismo’ nos llevan al fanatismo; el comunismo, el anarquismo, amenazas que sobrevuelan en las alturas de la utopía pero que a cada rato nos las señalan como si estuvieran a punto de aterrizar en la realidad cotidiana; el avance del ‘fascismo’; el propio cristianismo, antiguo sostén del Sistema que hoy pretende guardar distancias con el poder; obviamente, el terrorismo, el del Estado y el de los terroristas ‘de carné’, como el ISIS o Al Queda, monitoreados desde el poder; y un sinfín de riesgos ‘menores’ pero que crecen o decrecen, piezas de recambio o mecanismos auxiliares que se manipulan según las conveniencias. Como puede ser el de la ‘juventud desnortada’, el del colapso del sistema de pensiones; el poder nuclear de Corea del Norte, los éxodos masivos de las víctimas de guerras localizadas en África o en Asia…
No decimos que sean ‘riesgos menores’ por quitarles importancia, sino porque son ‘auxiliares’ en la metodología del Sistema. Tan importantes son (aunque ‘menores’ en la estrategia central) que entre ellos debe incluirse el propio calentamiento global y el peligro de destrucción del planeta.
En cada país, en cada ciudad, en cada barrio, pueden detectarse otros recursos al miedo utilizados por poderes locales o mafias que trabajan bajo la protección de los ‘grandes miedos’.
Incluso hay competencia en la apelación a unos miedos y otros. De ahí que algunos se obsesionen, por ejemplo, con la religión; o con la deformación de las consciencias operada por la tele; o con la intermediación paralizante representada por el futbol (o por el deporte en general); o con la inmoralidad de los laboratorios farmacéuticos, que procuran un equilibrio difícil: mantenernos vivos como rentables enfermos crónicos.
Hay quienes resuelven estos tan variados y terroríficos miedos con una conclusión ideológica que parece una solución mágica para los problemas del mundo: la culpa de todo la tiene el capitalismo. No solo nos proponen esa fórmula definitiva sino que nos dan un chute de ánimo: el capitalismo se está muriendo.
Para este mar de contradicciones, para estos ‘pensamientos únicos’ (todos pretenden ser únicos) que se entrecruzan, podría escribirse un aspirante a ‘best-seller’: Autoayuda para la Humanidad; pero me temo que, de tener éxito, se convertiría en algo parecido a una nueva religión.
De modo que estas disquisiciones solo apuntan a mantener una especie de ‘alerta’ de pensamiento, seamos siempre críticos, incluso con quienes irradian más confianza. Personalmente, lo único que veo claro es que las mafias se extienden por el mundo, de repente se localizan, de repente se expanden… Conviene estar atentos a esos movimientos del poder, que muy poco tienen que ver con el campo de las ideas y nada, prácticamente, con el de las ideologías, esquemas simplificadores que más veces contribuyen a ocultar la realidad que a echar luz sobre ella.
Ah… el esmoquin y la pajarita son temas interesantes o divertidos para los estudiosos de la figura de Pablo Iglesias. Hasta con anécdotas como esa se puede meter miedo.