Ni se van ni vienen

2 Feb

Hecho jirones, Rajoy no se resigna a salir de la escena. Incluso en su partido está desahuciado. Y Pedro Sánchez va llegando pero también hecho jirones: la señora Díaz no le derrotó pero le ha hecho mucho daño.

Que no cunda el pánico. Todo está dentro de los plazos previstos. Lo que pasa es que el tiempo, el tiempo mismo, se ha convertido en arma. Los sostenes del Sistema meten prisas con una ansiedad que es en sí misma, sospechosa. ‘Dios mío!…,.¿Qué dirán los mercados? ¡Qué preocupación para nuestros socios europeos! Se nos va a escapar la famosa recuperación económica!

De modo que estamos viendo a todos en fila, según la costumbre, preocuparse repentinamente por los días que pasan y ello pese a que no se ha perdido ni uno. Lo único extemporáneo que ha ocurrido es que Rajoy se aferró a su poltrona como un niño chico. Se ha llegado a un punto que por primera vez en el Partido Popular están pensando seriamente en sustituirlo. No van a encontrar otro como él. En ese estricto sentido, el de ser incombustible, el de aguantar todos los chaparrones quedando calado hasta los huesos pero asegurando que está completamente seco; en esa esquizofrenia que en él no es una enfermedad sino una estrategia, no hay ni habrá otro igual. Entre otras cosas porque quien le suceda no estará amortizado con tantas y tantas historias de corrupción que son, todas, milagrosamente, casos «individuales» que jamás deben tomarse ni siquiera como indicios o síntomas de que algo no va bien. Todo va estupendamente y la única preocupación es quitar de la lista de los ‘sin mancha’ a los que van surgiendo como corruptos y añadirlos a la lista de ‘manchados’.

Ese Rajoy, hecho jirones pero que sonríe a duras penas (siempre le costó sonreír) y mantiene su hierática máscara de ‘aquí todo normal’ está a punto de salir de escena, aunque todavía no se sabe si será rodeado de un puñado de incondicionales, perseguido por pandillas de ‘agitadores’ o en el silencio encortinado de una limousine.

El último golpe, el de Valencia, que ‘desnucó’ a Rita Barberá, fue el decisivo. No hay quien aguante tanta suciedad en medio de tanta presunta limpieza.

Y sin embargo… Sin embargo en el PSOE está queriendo batir la marca ‘rajoiana’ la presidenta de Andalucía, Susana Díaz. El macro caso de los ERE y el escándalo de la formación salpican a todos como un perro mojado sacudiéndose. Pero la señora Díaz tiene su propio estilo de ir empapándose y asegurando que está seca.

La gran batalla de la presidenta andaluza no es contra Rajoy y el PP sino contra su ‘correligionario’ Pedro Sánchez. Hasta ahora, Sánchez escapó de los zarpazos de la señora presidenta (con tan mala idea bautizada ‘la Reina de las Marismas’), aunque siempre por los pelos. Y la última jugada del secretario general le mostró con la fuerza y la valentía que solo exhiben los grandes héroes o los que juegan ‘a la desesperada’ (este es su caso). Tener a todos sus barones con ceño adusto y sacarse de la manga, literalmente, una consulta a las bases, muestra una osadía de récord olímpico.

Un referéndum entre los afiliados al PSOE para que decidan sobre los posibles pactos de gobierno… y ni siquiera vinculante. ¿No vinculante? ¡Pero si jamás habrá otro tan vinculante! Lo que ‘dictaminen’ los militantes tendrá que seguirse a rajatabla.

Hay que ver la indignación que levantó, en la mayoría de los medios la decisión de Sánchez de apelar a la militancia. Tan insólita como las prisas de que hablábamos antes. ¿No es legítimo, no es un paradigma de democracia… ¿no se aplaudió cuando aquellas famosas primarias que ganó Borrell y le fueron birladas por el aparato del PSOE, que metió en su lugar a Almunia? Parece que el PSOE siempre pone un barniz de ídolos a sus dirigentes y mira con desconfianza a sus propios militantes.

Es cierto que Sánchez jugó sus cartas de manera tramposa. Calmó a los ‘barones’ y, cuando aparecían amansados, se descolgó con el referéndum. Pero la consulta a los afiliados, en sí misma, no puede ser criticable. De hecho, los enemigos de Sánchez no se atrevieron a censurarla públicamente.

De modo que tenemos a un Rajoy ‘yéndose’ y a un Sánchez que se acerca a su meta pero tan saboteado que no se sabe si llegará… es decir, si llegará políticamente ‘vivo’. Y allí estará el últimamente más discreto Pablo Iglesias, esperándolo, a tenor de lo que nos anuncian los medios como Jack el Destripador a sus víctimas.

En definitiva, volvemos a lo que ya hemos visto en semanas anteriores: el que no se termina de ir, el que no termina de llegar, y el habilidoso Iglesias que tal vez haya querido dar un paso atrás, justamente por eso: porque nadie se termina de ir ni termina de llegar.

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