Tengo una amiga que estuvo en Nueva York y se emociona cada vez que se habla de la babélica ciudad norteamericana, que va a su aire, como si ignorara que es la verdadera capital del imperio y que, en contraste con ella, todos los bárbaros de los suburbios del mundo somos irremediablemente catetos. Estaríamos absolutamente instalados en la posmodernidad si Plácido Domingo le hubiera dado un beso a Bloomberg, el alcalde de Nueva York, y Lady Gagá hubiera asumido el papel de Neptuno en ‘La isla encantada’. Pero no llegamos a tanto: seguimos en nuestra ya vulgar Modernidad y por tanto 2012 comenzó con las cosas al revés… es decir, al derecho: Lady Gagá le dio el beso al alcalde y Plácido estrenó esa extraña amalgama de dos obras de Shakespeare (que ese sí que era moderno, aunque reinara a finales del Siglo XVI). Se trata de ‘La isla encantada’, una recuperación del pastiche. Además de Shakespeare: en el cóctel entran también Rameau, Häendel y Vivaldi.
No me gusta prejuzgar. Por eso esperaba que Rajoy formara su gobierno y pusiera en marcha su propio plan de recortes antes de decir cualquiera de la lista de obviedades que he visto repetir hasta el hartazgo. Lo que estaba por ver era si Rajoy iba a ser una pura continuidad de Zapatero o si iba a traer algún toque innovador: sea para machacarnos con más prolijidad, sea para dar alguna señal de ‘autonomía’ respecto al gran capital (aunque fuera pura demagogia).
Y la verdad es que, de momento, ha mostrado una identificación total con la ‘obra’ de su antecesor, al que ha dispensado abrazos, medallas y sonrisas, a la par que ha renovado un fuerte aval económico para los bancos, confirmando así el que les otorgó el gobierno socialista en 2008, copiando de tal manera el decreto ley de aquel año que hasta menciona un ministerio ya inexistente (ya que fue subdividido), el de Economía y Hacienda. En lo ‘social’ ha marcado su toque propio, porque la ínfima subida de las pensiones –ese único ‘lugar’ que iba a quedar excluido de los tijeretazos– ha quedado desvalorizada por el aumento general del Impuesto a la Renta. Otro ítem en el que no quiso distanciarse de la imagen dejada por Zapatero fue el de aportar una gran mentira de su propia cosecha: si alguna promesa esencial agitó el Partido Popular fue la de no subir los impuestos y fue lo primero que hizo.
¿Qué le queda como propio a Rajoy? Prácticamente nada. El ‘equipo’ económico es la réplica de los tecnócratas que fueron instalados en el poder en Grecia y en Italia por esa ‘mano invisible’, hoy tan brutalmente a la vista, de ‘los mercados’ (los bancos y el gran capital especulador, en realidad). Una lectura elemental: Zapatero ejecutó la política que dicta el poder económico sin rechistar pero Rajoy, que tenía que demostrar su sumisión, lo ha hecho colocando en la economía a dos ‘técnicos’ de la absoluta confianza de aquellos superpoderes. Falta ver si el flamante ministro del interior quiere marcar también su impronta llevando a la práctica su anuncio de que no dejará que el 15M tome la calle, quizás reivindicando la famosa frase de Manuel Fraga, antiguo ministro franquista, cuando dijo aquello de “la calle es mía”.
O sea: que vivimos en el gran pastiche socialista/popular, con los pequeños partidos haciendo de comparsa a esta seudo democracia. Y en el 15M también hay como una aspiración de ‘pastiche’: dentro del movimiento las ‘facciones’ políticas siguen tirando de las hilachas aún a riesgo de destejer el conjunto. Parece que nadie quiere asumir que las movilizaciones han perdido intensidad y que esto tiene que ver justamente con esa ‘partidización’ interna. A la vista está una cierta desmovilización porque la mayor parte de la gente ya no se siente dentro de una movida sin ‘color’ político y abarcadora de todas las reivindicaciones ciudadanas. Si las viejas siglas partidistas quieren ser visualizadas como tales ya los ciudadanos no se ven fielmente reflejados. Si el 15M va a hacer su propio ‘pastiche’ partidista mal va a poder convocar a quienes empezarán a renegar de Rajoy en el futuro inmediato: cuando vean que el poder sigue tirando de la cuerda que nos ha puesto al cuello. Y que la gran estafa –también llamada ‘crisis’—no nos abandona.
Estimado Amigo, el movimiento de los indignados no esta desaparecido, ni mucho menos, solo vive un repliegue que era muy necesario para no terminar siendo un minusculo circulo de protestones profesionales. Este inteligente repliegue terminara cuando llegue la primavera y los hechos nos confirmen el caracter genuflexo del actual gobierno y su incapacidad absoluta de dar una respuesta independiente y radical a la siniestra estafa que llamamos crisis. Esto me atrevo a pronosticarlo con meses de anticipacion y ademas te prometo que la vuelta sera aun mas increible que lo que ya hemos dejado atras, un saludo a tus lectores y un abrazo especial por tu combate por la verdad !!