Los dos mundos

22 Nov

Cuando uno se pasea por la prensa diaria o tiene el valor de asomarse a la tele, encuentra un mundo muy formal y aparentemente sólido. Desde el 15-M puede parecernos hasta irreal. El nuestro es «otro mundo»: un ensayo cotidiano pensado desde otros valores y otros objetivos. Dos mundos que se solapan por momentos; dos esferas que se acercan, se rozan, se topan, y vuelven a alejarse. Hay comunicación esporádica, fricciones, incluso temor a una colisión.

En el de «ellos» la crisis entra como un vendaval cotidiano y en el puente de mando están todos atados al timón o a cualquier objeto que parezca bien anclado. En el nuestro, además de estar pendientes de lo que les ocurre a ellos, porque también lo padeceremos, todo es efervescencia y experimento: fórmulas de convivencia, ensayos de democracia asamblearia, reclamos de justicia… Al principio la cuestión era trasvasar de ellos a nosotros, por oleadas, a quienes fueran despertando del mal sueño de una sociedad machacada por un Sistema implacable. Pero después fuimos nosotros los que tuvimos que despertar de un sueño ingenuo de cambio idílico, imaginando una renuncia al poder de quienes nos arrastraron al desastre.

Las oleadas de quienes venían a «nuestro mundo» se convirtieron en goteos y hoy parecen grifos secos. Y dentro de nuestras propias filas ese esfuerzo casi mágico de militancia constante y movilización permanente fue decayendo.

Nos atacaron virus «ideológicos» varios. Los que se habían acercado a nuestro movimiento siguiendo nuestro mensaje «ni-ni» (ni partidos ni sindicatos) resultaron ser, en muchos casos, militantes de grupos o fuerzas políticas que les habían desilusionado o a las que veían casi inmóviles, sin iniciativa… Y tanto ellos como otra gente, poco politizada, que se había ido integrando al 15-M, volvieron a ser tentados por las ofertas del «mercado» político. Gradualmente, el «ni-ni» se convirtió en un mero rechazo al bipartidismo. Nuestra gente se internó por los vericuetos de la ley electoral o del método D´Hond. Las preocupaciones de «nuestro mundo» se solaparon con las del «mundo de ellos». Lo esencial de nuestra lucha no era ya cambiar el Sistema desde la movilización en las calles y en las plazas y promover un asambleísmo de legítima raíz democrática, sino, como muchos compañeros proponían, «utilizar las herramientas del propio Sistema para modificarlo». La cuestión se había desplazado hacia un intento de estimular a las fuerzas «minoritarias» para que cobraran más peso y reclamaran algunos cambios desde la misma entraña parlamentaria del Sistema.

Además, parecíamos querer imponer participación y responsabilidad a todos, pero las leyes del «mundo de ellos» han creado hábito y dan cobijo a todas las pasividades…no podemos romper esa inercia por puro voluntarismo militante.

En ese contexto, cuando la crisis nos devora a todos, y cuando en el 15-M la «vuelta a las ideologías» ha estimulado obsesiones por «mejorar» el Sistema y ha ido creando grupos y subgrupos… la convocatoria electoral ha actuado como una droga paralizante. Aún diciendo que no era «nuestro terreno» hemos caído en la tentación de entusiasmarnos con esa sirena de canto aterciopelado que es la política en estado puro de las campañas electorales. Otra vez nos dejamos arrastrar por el corto plazo, por las ilusiones.

La victoria del Partido Popular debería, en su mejor consecuencia, actuar como esa doble bofetada que rompe el estado cataléptico para volvernos a la realidad. Nuestro ámbito está en calles y plazas. Las elecciones pertenecen al «mundo de ellos». Las ideologías son trampas para incautos. Lo real es el poder mundializado de los bancos y del gran capital. Nuestro enemigo es la mafia del poder mundial y sus «sucursales mafiosas» de cada país. Intentamos excluir la ambición de poder. Nos queda por delante la inmensa tarea de seguir trasvasando a nuestro movimiento a futuros compañeros que todavía están en el «mundo de ellos» y que, aunque nos duela, son por ahora muchos más que nosotros. Bastante tenemos con haber reunido esta aguerrida hueste de militantes, que seremos minoría pero sabemos a dónde queremos ir…aunque por momentos nos distraigamos por el camino.

Luchar por la justicia puede suponer enjuiciar a los banqueros o acaso procesar a un miembro de la Familia Real, pero nunca nos pronunciamos por instaurar la república, por suprimir el papel moneda o reemplazar la bandera roja y gualda por la tricolor. En este punto de inflexión creo que lo esencial es recuperar la dirección que llevábamos. Espero que todavía estemos a tiempo.

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