Mientras el pueblo saharaui se debate entre el espanto y la muerte, hemos podido tomar nota, flemáticamente, de que los tan promocionados ‘derechos humanos’ no están incluidos dentro de los ‘intereses nacionales’ de España. Zapatero y su ministra Trinidad Jiménez han establecido nítidamente unas categorías de intereses, en la relación con Marruecos, que son, por orden de importancia: primero, el combate contra el terrorismo; segundo, controlar los ‘flujos’ de inmigración y el narcotráfico; y finalmente intereses económicos y comerciales.
Confrontada con la realidad, la primera afirmación no resiste el menor análisis. El gobierno de Mohamed VI (el que iba a ‘democratizar el país’… ¿se acuerdan?) ha mostrado su capacidad para incendiar, asesinar y torturar a civiles indefensos, en tan extremas condiciones de pobreza y abandono que prefirieron crear ellos mismos ¡un campo de concentración espontáneo! Los gobernantes marroquíes han resultado unos aventajados discípulos de Israel en su capacidad para, justamente, sembrar el terror ¿Son estos, entonces, nuestros aliados en la lucha contra el terrorismo?
Antes que eso, a los saharauis que vivían en El Aaiún les discriminaban hasta el extremo de no darles empleo y de segregar a sus hijos en los colegios. De ahí que estas gentes resultaran parias en su propio desierto, levantando un inmenso campamento de jaimas, en una enorme y creciente protesta pacífica. Imposible saber cuántos: Marruecos impide que se sepa siquiera la cifra de la población saharaui real, para poder manipularla si se llega a hacer un referendum. El caso es que a la brutal siembra de terror le antecede y le continúa una ‘limpieza étnica’.
Cuando hablamos de ‘doble rasero’ no siempre nos damos cuenta del verdadero efecto de que se utilicen varas de medir tan diferentes: supone poner en tela de juicio todo lo que las buenas conciencias esperan del Tribunal Penal Internacional, y de una ‘justicia universal’ que cumpla con el primer requisito de todo principio de justicia: ser igual para todos. Por lo mismo que está haciendo Marruecos en el Sahara se puso Occidente a la tarea de disolver Yugoslavia (finalmente desgarrada en media docena de trozos) y se abrió paso a que la administración tan ‘liberal’ de Bill Clinton terminara bombardeando Serbia. Ni hemos visto ni llegaremos a ver ninguna propuesta para bombardear Marruecos. ¿Llegaremos a ver, quizás, alguna propuesta para parar la masacre?
Se hacen loas frecuentes, más que merecidas, a la epopeya pacífica del Mahatma Gandhi, hasta conseguir la independencia de la India. Y aquí, al lado nuestro, tenemos una épica lucha no violenta de todo un pueblo, abandonado –no a su suerte, sino a manos de sus verdugos- liderado por Aminatu Haidar, adalid de la resistencia pacífica.
Un comentarista político, de nombre Agapito Maestre, escribió ayer sobre ‘el Sahara y los actorcitos’ y se indignó porque la causa de este pueblo la han hecho suya “los Bardem y compañía”. Fijó su opinión sobre “la obvia inviabilidad de un futuro Estado saharaui”. Y sin más, sin buscar siquiera alguna fórmula para la supervivencia de los saharauis, argumentó que para los españoles de 1975 “el Sahara Occidental no existía”; con esto quería decir Don Agapito que no sabían señalarlo en un mapa. Tras esa argumentación tan curiosa –sólo falta que añada: dejemos que Marruecos les extermine porque no los encontramos en el mapa- ya se puso ofensivo: se trata de “una causita ‘ideal’, falsa y retórica”. Y ya completó así su meticuloso análisis: “¿Qué fue y, sobre todo, que es exactamente esa zona de África? Arena, arena y arena”. Ya no es del todo así: ahora es sangre y arena. Siendo, como lo es, crítico acérrimo del PSOE, Don Agapito ha hecho méritos para que el gobierno le nombre asesor. Trágica coincidencia de Don Agapito con Zapatero.
Nunca pensé que un Gobierno de la España democrática pudiese llegar a darme asco, pero éste lo ha conseguido, incluida Trinidad Jiménez. Qué gran decepción, y qué gran pena. Lo tenían tan fácil para hacerlo bien, era tan fácil mejorar el pasado. Un cordial saludo, y gracias, señor Horacio.