¿Dónde está la ultraderecha?

20 Sep

Ya sé que la frase de Groucho Marx ha sido bastante recordada en los últimos tiempos, desgraciadamente porque se ajusta demasiado a lo que está ocurriendo casi en cada esquina del globo. Y otra vez viene como anillo al dedo a cuenta de la expulsión de gitanos provenientes de Europa del Este decretada por Nicolás Sarkozy, descendiente a su vez de emigrantes de Europa del Este (no hay peor astilla que la del mismo palo). La frase en cuestión es esa de “estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”.

Desde 1950, en los balbuceos de la Europa unida, estaba establecido ese derecho humano fundamental de desplazamiento de un país a otro dentro del territorio común. Si se quiere buscar una cuestión de principios paradigmática, de esas que se usan de ejemplo para explicar algo a un niño, podría ser ésta.

Según los analistas de la política francesa, el anuncio de la expulsión de gitanos romaníes que Sarkozy hizo el 30 de julio, apenas le valió cuatro puntos en el índice de popularidad: del 26 al 30%. Algunos aventuran que la demagogia del mandatario francés ya no resulta suficiente porque Francia, cuna de derechos humanos, no soporta verse ahora tratada con repugnancia y criticada por todos. De modo que tal vez Sarkozy no haya encontrado esa poderosa base de sustentación con la que parece contar Berlusconi en Italia. Pero eso está por verse. De momento, tanto Italia como Francia son brutalmente capaces de pasarse los derechos fundamentales por el mismísimo Arco de Triunfo, que para eso está en París. Lo que no vemos que nadie se ocupe de señalar es que esta ruptura con los principios fundacionales no es más que una tétrica ampliación del desprecio por la vida y por la supervivencia de las oleadas de inmigrantes: esas que vienen de África a Europa o que van desde Latinoamérica a los Estados Unidos. Pero hasta ahora se suponía que esa terrible frontera desde la que vemos cómo la gente cae en el foso Mediterráneo y muchas veces se ahoga, protegía la gran fortaleza dentro de la cual parecía que algún tipo de privilegios comunes se iba a mantener. Pues no. Ahora empieza a haber ‘fronteras interiores’.

Yo no sé si Sarkozy habrá cruzado una raya roja (aunque sólo sea una raya imaginaria dentro del gran imaginario de la ‘grandeur’ francesa) y ahora le sacarán tarjeta roja, o si a medio o largo plazo –quizás incluso después de un retiro triste y abandonado hasta por Carla Bruni- terminará siendo un héroe en ancas del racismo que encubre más que nada el pánico a la crisis y al paro. Pero conviene preguntarse si esta sensación de impunidad exhibida por Sarkozy, que puede levantarse un día con el antojo de derribar los campamentos de gitanos romanies (lo que le ha llevado a aparecer en las caricaturas escondido bajo el gorro de Napoleón), no es un resultado indirecto de la impunidad con la que el ‘gran capo’, Estados Unidos, apresó y torturó en Guantánamo, en las prisiones iraquíes y en cárceles secretas distribuidas por el mundo, y traficó con prisioneros privados de abogados y de jueces llevados de un sitio a otro a través de democráticos aeropuertos europeos. Obama puede estar dispuesto a desmantelar todo eso pero en Afganistán, hoy mismo, actúa un verdadero ejército paralelo que se encarga de los asesinatos selectivos y del gran capítulo de la guerra sucia. Es obvio que todavía hay mucha diferencia entre la ausencia total de garantías en muchas zonas del tercer mundo y una manto de protección legal del que aún gozamos los ciudadanos de Occidente. Pero están claras dos cosas: que la inmensa mayoría de la población del planeta está excluida de nuestro privilegiado mundo; y que, aún en nuestro mundo, la crisis y el paro son capaces de arrasar los ‘derechos fundamentales’ como si fueran… un precario campamento de gitanos. Un poco de seriedad: las ideas y enfoques de lo que antes llamábamos ultraderecha se están imponiendo en los gobiernos de toda Europa.

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