Dios, fuera de reparto

7 Sep

Uno de los científicos más famosos del mundo, Stephen Hawking, se ha puesto en primera línea de fuego en esa siempre intensa lucha teórica entre los ateos o agnósticos y los creyentes.  Como suele decirse, ‘no hay peor astilla que la del mismo palo’, porque los que suelen ser más belicosos son unos creyentes contra otros, en tanto los no creyentes, a fuerza de ser tan minoritarios, constituimos un grupo sin unidad alguna entre nosotros, y bastante pacífico.

Avances sobre el nuevo libro de Hawking, ‘The Grand Design’ (el gran ¿diseño?, ¿designio?, ¿destino?) muestran al célebre físico claramente definido en la negación de la existencia de Dios, puesto que antes del ‘big-bang’ solo existía (¿existía?) la nada. Según los adelantos de este libro torpedo contra los creyentes, Hawking concluye que ya no es ‘necesaria’ la existencia de Dios, enfrentando así a esos fronterizos entre ambos bandos que afirmaban: “Si Dios no existiera habría que inventarlo”.

A mi me parece que este es un debate que, curiosamente, se presenta con mayor virulencia entre los científicos, y quizás aún más entre los físicos, que entre esa inconmensurable mayoría que formamos el vulgo. Claro está que los físicos están justamente en la frontera entre unos y otros, porque ellos son los únicos que pueden proyectarse hacia distancias imposibles y a velocidades imposibles, hasta tocar (o imaginar que tocan) el límite del universo: algo situado a unos 13.700 millones de años.

Están también en otra frontera: la del choque que libra la ciencia con la religión, pero no sólo para espantar cualquier irracionalidad sino, más que nada, para implantar su propio reinado: la ciencia es la avalista de lo racional y lo racional es el gran trasfondo que sostiene a la Modernidad… es decir, uno de los pilares fundamentales, junto con su ahijada, la tecnología, de nuestra civilización.

En esa frontera lejana a dónde en realidad nadie llega, se libra, pues, una batalla teórica que no es tan abstracta como parece. Al margen de las grandes guerras entre religiones, como la que Occidente viene alimentando contra el mundo musulmán (al que arrincona y radicaliza  con una cuota diaria de andanadas), la Modernidad libra su propia y gigantesca batalla, felizmente sólo teórica, por desplazar a la religión: no se trata de eliminar taxativamente a los creyentes sino de descalificarlos y confinarlos a sus templos y de que no dejan salir a la religión de la intimidad de sus conciencias.

De ese modo, el sistema podrá seguir utilizando a la ciencia como la ‘nueva fe’: el poderoso respaldo sobre el cual pueden apoyarse todas sus decisiones políticas. ¿Ejemplos? Todos los que queráis recordar, desde la vuelta, a tambor batiente, de la energía nuclear, hasta las iniquidades de la industria farmacéutica, concentrada en cremas y potingues mientras antiguas y nuevas enfermedades campean a sus anchas y cometen genocidios en el tercer mundo.

Leo un comentario a propósito del nuevo libro, en el que se subraya que en realidad la versión del reputado físico sobre el origen del universo es bastante similar a la del Génesis, sólo que “eliminando a Dios del reparto”. Una síntesis perfecta: no se trata de otra cosa que de quitar a Dios del reparto.

Una de las explicaciones presuntamente sociológicas que circulan para poner en la picota a los musulmanes es que no han sabido ‘hacerse laicos’ como lo hizo la religión cristiana. Suena un tanto absurdo pretender que la Iglesia de Roma pueda hacerse laica; lo que se ha hecho laica es nuestra sociedad y no ninguna  religión. Claro que también las sociedades musulmanas podrían hacerse ‘laicas’ pero seguramente este fenómeno no ocurrirá en medio de invasiones y bombardeos que, además, se dejan ver como un castigo por ser musulmanes.

2 respuestas a «Dios, fuera de reparto»

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