Hoy se concreta la retirada de las tropas norteamericanas que hace siete años invadieron Irak sobre la base de afirmaciones falsas y pretextos fútiles. De modo que en estos días hemos visto toda suerte de encuestas entre la población de aquel país y de comentarios sobre lo que significaron estos siete años. Al parecer, los iraquíes están muy asustados acerca de lo que pueda ocurrir una vez que Washington los haya dejado “librados a su suerte”. Las opiniones tipo balance sobre el final de esta carnicería tienden a asegurar que ha sido “inútil”. Como complemento –las especias que dan gracia al potaje- llegan reportajes sobre los “miles” de personas que van hasta el pequeño pueblo donde está enterrado Sadam Hussein. La utilización de las palabras es la que orienta la manipulación (quita sentido a los términos, da sentido al propósito manipulador). Algunos pensadores de este nuevo siglo se espantan por la malversación de los significados del lenguaje pero hay quien asegura que “las palabras son lo único que nos queda”. Aún bajo el dominio casi absoluto de la imagen casi no hay foto ni video que pueda contextualizarse sin su ayuda.
Que los norteamericanos dejen a Irak “librado a su suerte” quiere decir, simplemente, que los iraquíes, saqueados, empobrecidos, masacrados… partiendo no de cero sino de sangrientos números rojos, podrán intentar seguir su propio camino. Difícil lo tienen, con un gobierno puesto por los invasores. Tan trágico es el balance que, efectivamente, hay gente que acude a la tumba de Sadam, aunque tampoco parece que sean tantos, ni es seguro que todos quieran rendirle homenaje. Ya es ‘mérito’ para los norteamericanos haber convertido al tirano derrocado en un personaje con muchos seguidores. Nadie puede garantizar que Irak va a salir adelante sin nuevas desgracias pero al menos se ha suprimido la principal fuente de muerte y destrucción: el ejército invasor. Decir que esta invasión de Irak ha sido inútil supone otra vulgar manipulación: la de juzgar resultados sin tomar en cuenta los propósitos. Para Estados Unidos, tener bajo control el petróleo iraquí es un dato fundamental del balance. Han derrocado a Sadam, han dejado una apariencia de democracia y todo esto con menor desgaste que, por ejemplo, la guerra neocolonial que libraron contra Vietnam, de donde finalmente tuvieron que irse negociando con un enemigo al que no habían podido vencer. Tan terrible es el dominio de las palabras que los iraquíes que se resisten a la invasión siguen siendo llamados ‘terroristas’ o ‘insurgentes’. Es una trampa similar a la que hace que a un soldado israelí prisionero de los palestinos lo presenten siempre como ‘secuestrado’. Las atrocidades, las matanzas de civiles, las torturas en las cárceles de Irak… todo eso se ha saldado con repercusión mucho menor que la de aquella guerra de Vietnam. Claro que en Vietnam los comunistas –sobre todo los de Moscú- tenían sus propios medios de comunicación y mecanismos de manipulación, algo con lo que no cuentan los resistentes iraquíes, como tampoco los de Afganistán, otra guerra imperial que no tiene ninguna posibilidad de legitimación (todavía la invasión parece vinculada con la búsqueda de Osama Ben Laden). Allí han matado a tres españoles y, en realidad, si Estados Unidos no tiene razones para estar allí, menos las tiene España. Leemos a David Torres, en el diario ‘El Mundo’: “En el lenguaje aséptico de la política internacional, el conductor afgano es un terrorista y los soldados españoles guerreros del amor, filántropos de la paz a los que se les fue un poco la mano (…) Nos han contado que vamos no a pelear sino a echar una mano pero eso se ha dicho de todas las guerras e invasiones desde que el mundo es mundo, de Flandes a Vietnam, de Napoleón a Stalin”. Sólo una pequeña corrección: ese no es el lenguaje ‘aséptico’ de la política internacional, sino el lenguaje manipulado del pensamiento único.
Todo es tremendo y desesperanzado,pero D.Horacio no tiene culpa de lo que cuenta,cuenta lo que pasa.¿Quien es el culpable o los culpables y sobre todo que remedio tiene esto?