Una novela muy breve, de apenas 52 páginas, ha consagrado sin embargo a su autor. Más raro es aún el caso porque no ha tenido ni una sola crítica y tampoco tiene lectores.
El secreto del éxito está sin duda en una circunstancia excepcional: en la página 52 el libro explota en las manos de quien lo lee. Esto hace que haya habido hasta ahora un único lector –obviamente fallecido- y que la editorial no haya conseguido todavía ningún voluntario que pueda engrosar la lista de gozadores de esta creación literaria, y ello pese a que las consignas oficiales aseguran que no hay nada en el mundo tan importante como leer, y pese a que los responsable de la publicación de la novela garantizan que no hay ningún peligro hasta la página 51.
De más está decir que tampoco se ha logrado que algún crítico literario haga el intento; como algunos sospechaban, son más temerosos que los simples lectores de encontrarse con alguna novedad, aunque en este caso sus miedos están sobradamente justificados: la novedad, el valor de lo que realmente tiene de nuevo la novela, concentrado en su página final, es de una calidad tal que nadie lo pone en duda.
De todos modos, un reconocido crítico ha adelantado una primera impresión, basada en aspectos contingentes, y relativizando la importancia de su propio juicio por tomar más en cuenta las circunstancias que rodean al libro que el libro en si mismo (por razones ya suficientemente explicadas). Este crítico, que ha preferido guardar el anonimato, resaltó el valor de la editorial Ladenfeld (y también tuvo palabras de elogio, aunque recordando que no es un experto en la materia, para la calidad del explosivo que se activa en la página 52), además de destacar igualmente la capacidad de innovación que supone la novela. Tuvo palabras entusiastas para el indudable aporte que representa para las corrientes que alientan la fusión de géneros (“este tipo de golpes y rupturas no suponen violencia de género”, bromeó) y subrayó también el modo cómo el autor ha logrado quebrar el relato. “Por primera vez –resaltó- se consigue concretar el viejo proyecto de hacer partícipe al lector del propósito original del creador”, aseguró este crítico. Como se le reprochara su exigencia de mantener el anonimato, reaccionó con indignación: “¿Acaso no se mantiene en el anonimato el propio autor y no son secretos los sitios dónde están depositados los dos ejemplares aún no consumados?”, espetó. De este modo se ha referido al hecho, muy criticado pero nacido de la lógica más elemental, de que los dos ejemplares restantes, de una tirada total de tres, se hallen en paradero desconocido.
Horacio: mi más cordial enhorabuena. Tus palabras son también explosivas, como la propia imagen (cósmica) con que ilustras tu entrada. Enhorabuena.
Me complace el éxito editorial del autor pero estoy seguro de que no verá un euro por su trabajo. Por ello admiro su sagacidad a la hora de escatimar páginas. Lo que no entiendo es cómo se ha prestado a compartir su talento con tan ínfima tirada.
¿Y todo esto ya lo ha relacionado El Mundo con el 11-M y el titadine, o todavía no?
buenísimo: literatura explosiva.Y está haciendo falta algo que nos vuele un poco la cabeza, sólo un poco, lo suficiente como para que revienten los cerrojos y se descontrolen las ideas.
Me parece genial el artículo. Yo quiero un libro de esos para regalo ¿No tendrás alguna sospecha de donde pueden andar los dos ejemplares?
Saludos