Hace tanto tiempo de los últimos tropiezos del equipo nacional que muchos ni siquiera los habrán vivido con conciencia real. Lo mejor de todo esto que ha ocurrido esta semana pasada no es más que algo que se arregla de manera bastante facilona: ganando a una selección de menor nivel aún que la de Bélgica, concretamente, Eslovaquia.
De siempre, desde su creación en la época de Patrick Baumann en la FIBA, el tema de ventanas clasificatorias me ha parecido un timo. Con la excusa de la «reclamación por parte de las aficiones de más partidos de selecciones fuera del calendario de verano», se puso otra piedra en el camino de las relaciones de federaciones y clubes, creando un engendro que hasta esta ocasión ha dado que la clasificación para las grandes citas las consiguieran un grupo de jugadores que, en gran parte, luego no pueden disfrutar del premio del evento, ya que fue con jugadores que no estuvieran ni en la NBA, ni en la Euroliga.
En esta clasificación de febrero, ya se han incorporado los jugadores Euroliga, aunque hayan existido ausencias en España, como puede verse en los casos de Willy Hernangómez, Sergio Llull o los nacionalizados elegibles por parte de la FEB (Lorenzo Brown, Serge Ibaka o Nikola Mirotic), todo ello con esa manera tan particular de hacer las convocatorias sin importar ausencias voluntarias actuales para convocatorias posteriores.
Lo cierto es que, aparte del sopapo que nos hemos llevado en España, no sólo ha habido sorpresa con el plantel de Sergio Scariolo. Turquía necesitó de un gran destello de Tarik Biberovic para ganarle a la modesta Islandia y Portugal y Bulgaria derrotaron a Ucrania y Alemania. Si saltamos el océano, las derrotas de Argentina o Estados Unidos a manos de Chile o Cuba no pueden dejar indiferente a nadie, por más dudas que suscitaran los equipos presentados por los a priori favoritos.
En lo que nos ocupa, más allá de tener claro los problemas que pueden afectar al baloncesto español, con la profusión de extranjeros, de la reducción paulatina de minutos importantes por parte de los jugadores seleccionables, o un cambio generacional en una fase aún demasiado temprana, con jugadores que cosechan grandes resultados en categorías inferiores, pero que no son ni siquiera significativos en sus equipos, ponen en peligro el horizonte más inmediato de un equipo nacional, -como le gustaba nombrar al gran Antonio Díaz-Miguel- que no puede hablar de ausencias de jugadores NBA.
La actualidad nos dice que sólo falta Santi Aldama, porque Usman Garuba es de hecho jugador de una competición tan peculiar como la liga de desarrollo de la NBA, habiendo disputado a fecha de hoy 25 partidos con Santa Cruz, equipo vinculado de los Golden State Warriors, con los que sólo ha jugado 3 partidos, aunque el último fuera el domingo ante Denver Nuggets, pero con una media 3 minutos jugados por partido. El azudense seguro que será de gran ayuda, pero tampoco hay que esperar milagros.
Naturalmente, tirando de esa capacidad tan española (y en Málaga también, no lo olvidemos), ya se habla de la incapacidad de Sergio Scariolo para resolver el problema actual. Está claro que la situación de peligro existe, y no tanto en el Eurobásket 2025, que es para lo que se juega la clasificación actual, sino para un Preolímpico este verano, previo a los Juegos Olímpicos de París, que tendrá un inicio de los llamados suaves, teniendo que enfrentarse en el grupo inicial a Angola y Líbano, todo ello para intentar derrotar posteriormente a los dos primeros clasificados del otro grupo, que encuadrará a Bahamas, Finlandia y Polonia.
Vale que los rivales iniciales no deben infundir temor, pero a día de hoy, pensar en cualquiera de los otros cruces, nos va a dar mucho miedo, porque aquí somos de esa manera, ya tenemos claro que a Scariolo se le ha olvidado esto, y los que ha llevado a este último envite no pueden volver.
Honestamente, lo que hemos visto este último fin de semana no nos ha enamorado, ciertamente nos ha aburrido y enojado a partes iguales. El problema se le achaca a un déficit de talento y de iniciativa personal que seguro que en Málaga nos ha hecho recordar los momentos tan oscuros vividos hace nada, ver un juego exterior con Jaime Fernández y Darío Brizuela al mando da una intranquilidad que sólo los que hemos estado con aquel Unicaja sabemos que justifican los temores.
Un grupo con tanto especialista, con poco rodaje efectivo de minutos realmente importantes en sus equipos, hacen que el donostiarra sea el más brillante, con esa capacidad innata de procurarse él mismo sus tiros y tener momentos inspirados que no son suficientes.
Creer que al entrenador no es el adecuado para esto, o pensar que sólo con la aparición de los ausentes se va a resolver el problema real que existe, me parece algo que ni siquiera hay que calificar. Como esto va de confianza, no hacerlo en quién ha sido capaz de mantener todo esto tan arriba es otra cosa que no merece la pena, así que, sigamos disfrutando de nuestro Unicaja tras la vuelta a la competición y dejemos que cada uno haga su trabajo.
Lógica incertidumbre.
26
Feb