Veamos el tema: menos de un mes de competición, sin iniciar la FIBA BCL, cuatro partidos jugados con un porcentaje de victorias del 25% y una racha abierta de tres derrotas consecutivas.
No es la primera vez que vivimos un mal comienzo o un atisbo de crisis en este club, y sin pensar en la perogrullada de sentenciar con lo típico de «en el momento que entre el balón todo va a ir bien», aparte de paciencia y trabajo, lo que se espera ver desde fuera es una reacción del equipo con mayor solidez y que se alargue en el tiempo para poder amarrar los partidos.
Y al fin y al cabo, no es más que lo que ya sabemos y tenemos claro tras varios análisis sobre lo que le ocurre al equipo: problemas por dentro, problemas por fuera, problemas en la dirección, problemas en la generación y problemas en la resolución.
Naturalmente, desde el banquillo, aparte de los consabidos mensajes de ánimo y el refuerzo positivo por la evolución del equipo y la firme creencia en la mejora del mismo, también se señalan las acciones erróneas que se vienen cometiendo. Solución: mensaje de tranquilidad y creencia en todo lo bueno que este grupo ya demostró hace bien poco.
No es que aparentemente se ponga la cosa más fácil en un futuro cercano entre la visita de Joventut y los viajes hasta Szombathely y Vitoria, pero al repetido y sabido de antemano duro inicio de calendario, no hay más que enfrentar sino más trabajo y recurrir a lo que tiene cada uno del grupo dentro de él. Nada raro, simplemente, lo que pudieron ofrecer hace nada de tiempo.
Se habla de la ansiedad que tiene el equipo y la que también tiene la grada, algo que no es tranquilizador, porque incluso en cancha contraria, sin los nervios que a priori traslada el público, no se vio solución en Las Palmas, porque el rival sí fue lo suficientemente constante para poder aguantar las respuestas cajistas a lo que proponían los de Jaka Lakovic.
La sequía que azota al ataque cajista en los cuartos que pierde en los partidos no va acompañada de una buena respuesta en defensa. Se anota poco, pero no se hace que el contrario baje su puntación, dificultades para anotar más de 20 puntos en los periodos que se pierden, los cuales siempre son el último del partido y terminan decantando la balanza para los contrarios. Más allá de ansiedad y de poco control de partido, veo que el combustible que consume la maquinaria de Ibon Navarro no le da suficiente energía para aguantar el partido al completo.
La llegada en poco menos de 10 días de la FIBA BCL es otro frente a abrir. Pienso que la temporada pasada, los partidos de la primera fase de la competición continental fueron un buen campo de desarrollo del trabajo del equipo, algo que quizá de entrada se pudo pensar que no iba a ser necesario para este año, ya que todo el mundo conocía los elementos de la temporada, pero partimos de una perversión asumida.
Al igual que normalizamos que hay que gastarse más de la mitad del salario en pagar hipoteca o alquiler, -encima aplaudimos a quien defiende eso con el mantra de «el mercado se autorregula solo»-, en esto que nos ocupa damos por bueno que las competiciones de los equipos nacionales convierten las pretemporadas en una farsa, con chicos del filial que luego no valen durante la competición, con temporeros que no son más que los desechos que no han conseguido un contrato decente y siguen en el mercado con las plantillas cerradas, con las piezas importantes de los planteles llegando tarde y teniendo pendiente un mínimo descanso para que su maquinaria responda de la manera adecuada para no griparse.
Hasta que no se entienda que este baloncesto actual tiene muy poco soporte lógico en cuánto a lo de cuidar a los principales actores del espectáculo se refiere, andaremos perdidos, buscando un rendimiento demasiado rápido en algo que está preparado para otras cosas. Pero la exigencia de la competición no es ni más ni menos que esto.