Cosas de griegos.

19 Sep

Que la Grecia clásica es la cuna de la civilización occidental, lo tenemos claro, porque, entre otras cosas, los paisanos de los hermanos Antetokoumpo nos lo repiten como el mejor eslogan. Fuente de innumerables ideas y conocimiento, me voy a quedar con las palabras de Aristóteles cuándo dijo que «el hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras», cosa que habitualmente nos pesa, o por lo menos nos acompaña.

Ahora que la selección de baloncesto nos ha traído el habitual alegrón al que nos lleva malacostumbrando mucho tiempo, es de obligado cumplimiento tener que volver a revisar temas como la nacionalización exprés de Lorenzo Brown, o la aparición de Alberto Díaz y su rol en el equipo nacional, todo esto eclipsado por la figura del entrenador, porque de Sergio Scariolo no nos podemos olvidar.

Sobre el tema del georgiano, más que volver a hablar de él, les invito a que revisen en este blog la entrada del pasado 6 de junio, de título «Lorenzo nuestro», donde ya dejé clara mi opinión y lo que pensaba de todo esto, cosa que no ha variado porque me haya llevado -otra vez- una alegría de las que no creo que me vaya a olvidar, de esas que tengo equiparables a los JJOO de Los Ángeles, el Mundial de Japón, la exhibición de Pau Gasol en Lille o los JJOO de Pekín.

Sinceramente, el alegrón es de los históricos, porque para llegar hasta ahí arriba había que controlar muchos factores y sortear muchos problemas, y como han demostrado otros equipos, la suma de individualidades no asegura el éxito. Y a ello ha contribuido al máximo el jugador del Maccabi, magnífica aportación como jugador y como compañero ha estado tan integrado que no sé si va a sustituir a Juan y Medio en Canal Sur o va a grabar la tercera temporada de «Un país en la mochila», retomando las visitas a nuestros pueblos de interior como hacía el gran José Antonio Labordeta, pero su nacionalización me sigue pareciendo poco justificable éticamente hablando. Y la medalla de oro que el jugador lucía orgulloso al cuello no me hace variar la postura. Eso sí, contento como el que más, pero una cosa no quita la otra.

¿Hablamos de Alberto Díaz? Bueno, mejor dejemos con la sorpresa a esa sonrojante prensa deportiva que se acerca a nuestro deporte sólo cuándo están en juego algo del Real Madrid, FC Barcelona o la selección nacional, que sigan preguntándose cómo algún equipo más allá de los dos que conocen todos pueda tener algo medianamente aprovechable para algo más que el play off de descenso. Y ojo, no me considero especialmente duro en el comentario, porque dárselas de experto del tema y no tener conocimiento de un jugador de 28 años, con once años de experiencia en ACB y que fue MVP de una final de la Eurocup es para anotárselo. Para nosotros, los de aquí, mejor seguir disfrutando de la misma versión de Alberto, porque él es inalterable, por suerte para nosotros.

De Scariolo, poco tengo yo que decir. De él se ha escrito y se escribe de sobra, y a lo mejor, eso de ponerle una estatua en cada plaza tampoco lo veo tan descabellado, y seguirá siendo idolatrado siempre que los resultados vayan acompañando a su trabajo, porque su pericia y su capacidad de alcanzar el éxito es incontestable.

Recuerdo que al poco de estar en Málaga, un entonces directivo del Unicaja me paró para recordarme que «mucho hacerle el caldo gordo al italiano, pero tampoco era para tanto», naturalmente, no volvió a cruzarse conmigo, esquivándome más de una vez, aunque seguro que aplaudió su marcha del club malagueño.

Y como todo no puede ser la felicidad absoluta, que es a lo que estos días nos han llevado, a partir del viernes, nuestro Unicaja tiene ante sí el primer reto de la temporada. No para conseguir el éxito, sino para esquivar un indeseado primer fracaso, porque es imprescindible ganar la previa de la FIBA BCL para poder jugar la tercera competición europea. Jugarte tanto con el equipo sin ensamblarse, con jugadores que llevan menos de una semana con sus compañeros y con una fragilidad táctica tan palpable es un peligro, pero, ¿saben un dato?, el Unicaja es junto al Valencia Básket el club que más jugadores ha aportado a la selección campeona de Europa, dos cada uno, López Aróstegui y Pradilla en los levantinos y Brizuela y Díaz en los verdes, si le sumáramos a Jaime Fernández, en Unicaja hasta el 30 de junio, ni siquiera había empate. Además, si está Alberto, está claro en quien confiar, ¿no?

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