Lo que importa.

1 Sep

Tenía muy a mano haber loado la irrupción de Francis Alonso en el primer equipo del Unicaja, congratularnos todos de que a otro valor de la cantera (aunque haya tenido que hacer la «mili» en EEUU) lo veamos muchos ratos de gloria con el abanico en el pecho. Tentador, pero aparte de prematuro, lo veo poco serio, y no quiero frivolizar con pensar que por el primer amistoso de pretemporada, sin público, con el contrario con las camisetas de entrenamiento y todo, demos por asentado a un chaval que no es que lo haya pasado especialmente bien este último curso. Seguro que dejará de ser el «hijo de Paco» y éste pasará a ser «el padre de Francis», todos creemos en él.

Hablar de lo que rodea al baloncesto es algo a lo que no se puede ser ajeno. Aparte de la parquedad de acontecimientos que tiene el inicio de la pretemporada en la ACB, nos vemos con la posibilidad de cierta paz social entre ACB y FEB, algo que vendría muy bien como punto de partida para el básket español, pero quizá lo más llamativo de estos días ha sido la controversia mostrada en la NBA.

El desarrollo de la competición norteamericana, en el Disney Resort en Orlando va más allá de las noticias extrañas en las que Jimmy Butler se monta su propia cafetería, cobrando 20 dólares por taza, o la oda perpetua que va camino de merecerse Luka Doncic por lo que hace en la cancha (casi todo muy bien), lo cierto es que estamos ante una versión de la NBA que mucha gente se ha encontrado sin posibilidad de evitar.

Aunque aquí tengamos nuestros propios problemas -y no me refiero a las ganas de abandonar el FC Barcelona de Messi-, que los ídolos que vemos por televisión ofrezcan algo más que la versión de protagonista de vídeo de reguetón (ya saben, esa a base de bikinis enanos, dorados por doquier, descapotables y yates de lujo), ya nos suele descolocar. Que el racismo sea algo insertado en el american way of life está asumido y normalizado, pero nos toca muy de lejos, aunque tengamos un mural con Black lives matter al lado de algo tan malagueño como Chiquito de la Calzada en Sacaba, y ahora nos hemos ido a encontrar con una serie voces discordantes entre las figuras más señaladas. La NBA está en la cúspide del baloncesto, y los mejores de allí están a otro nivel, pero que veamos a las estrellas en la faceta de reivindicación social ha alterado muchas cosas. Que LeBron James, Jaylen Brown o Draymon Green se muestren como algo más que asalariados de lujo, que utilicen el poder que les da la fama, el sueldo y el reconocimiento público en centrar los focos en otra cosa que no sea su talento deportivo y pelear por un contrato mejor, no es un problema sólo para su organización, sino para toda la sociedad.

Tanto en el diario Marca, como en As se pueden leer estos días muy buenos trabajos que explican parte de lo que hay detrás de todo, cómo Bill Russell, tan capital para para procurar la mística a los Celtics como Red Auerbach o Larry Bird, no ha sido todo lo feliz que debería haber sido en su país sólo por ser de otra raza, o ver como el conocido Louis Bullock vivió algo impensable porque «no podía tener ese coche (el del club, para más señas)» según el criterio del policía que lo paró en Madrid.

Llegar al extremo de parar la Liga, como hicieron los Milwaukee Bucks era algo impensable, no sé si demasiado radical o no, pero está claro que el problema existe, que la intervención Donald Trump (siempre apagando fuegos con gasolina) sea para tachar de organización política, y desviar la atención a lo que no es el problema que señalan, está en la línea habitual de alguien que desprecia a todo aquel que no besa el suelo por el que pisa.
      Invocar el «zapatero a tus zapatos» para dejar confinados a los deportistas en su jaula de oro, no es sino otra obra del repertorio de los que defienden a Pepe Reina por mostrar sus simpatías con la derecha populista, para ese grupo, el madrileño ejerce su libertad de expresión, para los jugadores de la NBA, se les reclama el despido inmediato por salirse de su función.

Es muy cierto que nuestro deporte, como el resto de la sociedad pasa por un momento muy complicado, además, tengo la impresión que muchos de los que tienen que dirigir todo esto se esfuerzan en demostrar su incapacidad a diario, sea en gobiernos u oposición, que se haya visibilizado al baloncesto al margen del deporte en sí no suele ser bueno, porque siempre se busca polemizar a través de él, pero los problemas que reivindican siguen latentes, no sólo ha habido protestas en la NBA, también ha ocurrido en el béisbol. Y esto no va cambiar de inmediato, pero si todo esto sirve para avanzar y que la educación contribuya a la mejora general, el baloncesto seguirá habiendo cumplido con su deber. No sería la primera vez.

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