Desconcertante.

10 Oct

No se trata de pedir la luna, simplemente se trata de seguir con la rutina que uno espera. Me explico: uno tiene amigos que saben que son ideales para irse de compras o para pasar una tarde viendo el partido de la selección o para esperar mientras que te arreglan el coche en el taller. Con el tiempo, sabes elegir cuáles son los idóneos para amenizar una espera o simplemente para que te oigan en los momentos de bajón. Entre el paso del tiempo y la experiencia, uno termina siendo certero a la hora de elegir a cada uno y no equivocarse.
Todo esto viene porque tras tres años viendo jugar al Unicaja bajo la dirección de Joan Plaza, se espera que el equipo vaya adoptando automatismos, un funcionamiento más o menos adecuado y que las piezas que formen parte de la maquinaria que ha de ser el equipo se vayan ensamblando de forma correcta, que estén integradas adecuadamente en el engranaje y todas colaboren a que esto se desarrolle convenientemente. Aunque en algún momento, el baloncesto de los equipos del entrenador catalán se pueda tildar de cooperativista o comunitario –es lo que se ha mostrado hasta ahora–, salvo momentos puntuales, como puede ser la temporada pasada, ha bastado para convencer.

Ahora, ocurre algo diferente, no por las dos derrotas iniciales de la temporada 2016/2017, sino por la forma de conducirse el equipo. Que los chicos del abanico en el pecho encajen casi 90 puntos por partido sólo superados por el próximo visitante, el Herbalife Gran Canaria, de entrada… despista; y posteriormente, da que pensar. Sobre todo porque, aunque la configuración de la plantilla haga que realicemos juicios previos que nos lleven a plantearnos un tipo de juego u otro, lo que nos descoloca es que el plantel del Unicaja conceda tantos puntos.

Simplificando, la cosa está clara. Si el equipo empieza a defender ganará muchos partidos, ya que incluso teniendo un porcentaje de acierto anotador «terrenal» (no el mostrado ante el Montakit Fuenlabrada), que rozó el de los buenos propósitos que se tienen en Nochevieja, será capaz de generar muchos puntos, algo que ya queda constatado en la estadística: el segundo equipo en cuanto a anotación, y el segundo equipo (por abajo) en cuanto a defensa.

Desconcertante es cómo podemos calificar el rendimiento de los chicos de Joan Plaza, pero creo que casi todos coincidimos en que este equipo va a defender mejor conforme pasen las jornadas, algo que veo como innegociable a tenor de lo poco que puedo conocer al director de la nave cajista.

Aunque haya pasado una semana, igualmente de desconcertante entiendo cómo desde el club se tomó la determinación de arrojar a una cuba de escombros trofeos, placas y reconocimientos que en su día se les entregó tras participar y/o vencer en partidos o torneos, oficiales o no y que servían de alimento a la memoria colectiva.

Tras el triste episodio vivido la noche del lunes 3 de octubre, cuando la participación de padres de jugadores de la escuela del club hizo salir a la luz, y que La Opinión de Málaga se encargó de visibilizar, no sólo he tenido que sobreponerme a ese disgusto, sino que además he observado con más tristeza aún que la reacción ha sido fusilar al mensajero, tildando de «malintencionada» la información. Humildemente he de decir que la información no es malintencionada o no, simplemente es verdad o mentira. Y si alguien del Club Baloncesto Málaga decidió tratar como basura a algunos reconocimientos que se les había hecho en su momento, lo que tiene que hacer es asumirlo. Si estaban en mal estado, el problema es doble, porque la conservación de los mismos no había sido la adecuada. Y si no había forma de arreglarlo, con meter un par de furgonetas de noche y sacarlas de allí, lejos de las miradas de terceros, se hubiera soslayado el problema.

Al fin y al cabo el tema en cuestión es que la persona que tomó esa determinación le tiene muy poco apego a la historia y a la memoria del club y al esfuerzo de todos aquellos que se sienten orgullosos de haber aportado algo mínimamente a ella. Tal vez el problema viene cuando, en según qué empleo, además de ser un profesional, se requiere un mínimo de sensibilidad, sentimiento y cariño por lo que se hace (se ve que se adolece de todo eso). Porque, de lo contrario, el error está ahí; y lo desconcertante no es más que la equivocación de quien ha decido contar con esa persona. Como cuando eliges para plantear una despedida de soltero al más aburrido del grupo… él no tiene la culpa, simplemente, se muestra como es. El error es contar con él para eso.

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