Vaya por delante que es positivo para el Unicaja que Fran Vázquez y Carlos Suárez no vayan con la selección nacional porque así van a descansar y encararán mucho mejor la temporada 2015/2016. Eso es lo que se plantea sin mucho análisis, pero con el final de la temporada, con la llegada del verano, el habitual esperpento entre «no ascensos» y «no descensos» que este año han implicado en la pantomima a Ourense Baloncesto, Ford Burgos, Gipuzkoa Básket y Montakit Fuenlabrada, lo que ocupa de entrada el plan general de nuestro baloncesto es la selección. Porque si nos ceñimos al tema local, resuelta la duda «susto o muerte» del Clínicas Rincón con una solución a medio camino llamada LEB Plata, la celeridad en el cierre de la plantilla del Unicaja será lo que nos ocupe más adelante. La selección siempre ha sido importante, mucho más desde el inicio de esa era «metálica» en la que casi cualquier participación se termina con un lugar en el pódium; ahora que el cambio de generación es un factor crucial en el equipo de Sergio Scariolo, antes que hablar de los que acuden, es necesario hablar de las ausencias. A las conocidas de Ricky Rubio y José Manuel Calderón, se unió la de Juan Carlos Navarro. La elección por primera vez de Nikola Mirotic trajo consigo la obligada (por normativa y lesión) de Serge Ibaka, más la última, anunciada ayer, de Marc Gasol. Con la publicación de la lista previa del exentrenador del Unicaja, la constatación de que ninguno de los dos jugadores nacionales de los malagueños forman parte de la selección. Arriba lo digo, egoístamente mejor, pero entiendo que tanto el madrileño como el gallego tenían sitio, mucho más tras la temporada destacable que han completado, pero unos problemas físicos que suenan a todo menos a decisorios hacen que no sean de la partida que jugará el Eurobásket arrancando en Berlín. Mientras que pasan un par de meses y en septiembre España se juega poder jugar o no en Río de Janeiro el próximo verano, la habitual gira triunfal por ciudades españolas que ven el baloncesto como un coto cerrado de unos pocos frente a equipos lejos del nivel de los rivales que van a pelearle a España el sitio en los Juegos Olímpicos. Este verano toca la «feria» por Gijón, Santander, Burgos, Logroño, Zaragoza y Madrid, enfrentándose a Polonia, Angola, Senegal, Venezuela, Macedonia y Chequia. Es una constante, cada verano, aparece el habitual paseo triunfal para vender ese producto estrella de la empresa de servicios llamada Federación Española de Baloncesto, y que conste que el tema resultados ha salido bien casi siempre… y como la culpa del fracaso del año pasado corresponde a Juan Antonio Orenga, pues nada, tenemos que ser conscientes que este año, nuevamente puesta a punto de forma festiva, antes del paseo militar que se espera que sea el Eurobásket. Sobre la competición, no lo tengo tan claro. Para empezar aquella época de recitar prácticamente de memoria los doce jugadores y que el noventa por ciento de los aficionados coincidieran creo que pasó a la historia. Entre las ausencias, y algunas presencias que no termino de entender, el equipo es fiable hasta cierto punto, pero pensar que los rivales van a facilitar el tema, ni mucho menos. Enfrentarse en la primera fase a Serbia, Turquía, Italia, Islandia y Alemania no es algo que procure tener confianza, por lo menos, de entrada. Aparte de los detalles más o menos polémicos de este escaparate de la FEB que capitanea Pepe Sáez, esta competición va a tener un nivel tan exigente que no se recuerda en la historia reciente, por los rivales y por el equipo que va a acudir, pero el problema principal estará en el premio tan grande a conseguir, pero tan complicado de alcanzar: ya se sabe, si no se cumple la clasificación directa... «Preolímpico habemus». Más difícil todavía.
Y ahora, el equipo nacional
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Jul