Generaciones doradas

12 Ago

La cita veraniega de nuestro deporte, este año se llama Copa del Mundo, antes era el Mundial, o el Mundobásket, llámalo como quieras, pero este encuentro de los mejores equipos del planeta no tiene el glamour que tienen los Juegos Olímpicos. Los Europeos suelen ser bastante fuertes y el calendario actual, con competiciones cada verano no termina de seducir en todas las ocasiones a la gran mayoría de jugadores, los cuales, si están entre los mejores, tienen la necesidad de convencer a gran número de franquicias NBA. Y ya se sabe que en la tierra de Barack Obama, más allá de la cita olímpica no se le da el mismo tratamiento a las demás. Encima, situaciones como la vivida con Paul George no ayudan.

No se trata de menospreciar esta competición, todo lo contrario, además en España estamos alargando –no sé si en exceso–, la participación de la generación dorada, la que fue juntando a los «Júniors de Oro» con otros jugadores que han dado gran parte de los éxitos a nuestro deporte. No sería descabellado pensar que esta ocasión pueda ser la última vez que veamos juntos a muchos nombres ilustres con la camiseta de la selección.

Algo que se ha repetido desde hace mucho tiempo es la gira de participación. Más que una gira, hay veces que parece una feria. Lo habitual es instrumentalizar una preparación que en la mayoría de las ocasiones propone situaciones de funcionar con el viento a favor, con arbitrajes locales, algunos rivales que no tienen pinta de jugar las semifinales más inmediatas y la sensación mayoritaria que se trata de una cabalgata que sirve más para potenciar el impacto mediático de los patrocinadores de la FEB que, además de los brutales beneficios fiscales en comparación con cualquier otra esponsorización, rentabilizan ir enganchados al carro del éxito que habitualmente significa ir de la mano del equipo nacional.

Me pregunto si la preparación es la adecuada, al igual que me he preguntado si a la selección van los mejores o si se ha convertido todo esto en una especie de asociación donde a algunos jugadores se les denomina como a «uno de los nuestros». Y esa vitola sirve de garantía con independencia del rendimiento que se haya tenido inmediatamente antes de la concentración.

Ahora todo el mundo parece que plantea la cita mundialista como la oportunidad para vencer al equipo americano, que además de venir disminuido entre renuncias y ausencias, tendría que pelear prácticamente por no descender de categoría. De entrada, olvidarse del resto de equipos me parece un error digno de ir con la bufanda en las neuronas prescindiendo del sentido común, y dar ese tono de relax perpetuo no creo que ayude en ningún momento a un grupo que juega muy bien y está capacitado para llegar todo lo arriba que se quiera, pero que va a ser uno de los objetivos a batir para cualquier escuadra que quiera hacer algo destacable.

Hablar del Mundial como del último ¡hurra! que pueda dar la mejor generación de la historia de nuestro baloncesto puede ser demasiado tremendo o acertado, pero está claro que cada vez irán quedando menos integrantes de los triunfadores de Lisboa y aunque el relevo sea complicado, talento hay, por lo menos de forma inmediata y hay que querer y saber disfrutarlo.

Más allá del oropel que supone la selección absoluta y la cita mundialista, quiero dar una breve y agradecida reseña a la Liga Femenina de Baloncesto GEAM que se ha venido disputando en las canchas exteriores de Los Guindos, las que ocupa habitualmente el club EBG. Agradecido porque el baloncesto femenino en muchos sentidos tiene esa imagen de «patito feo» con problemas de todo tipo y que, aunque hay un gran trabajo de cantera, las chicas malagueñas que despuntan han de hacer las maletas para jugar fuera de aquí.

Por eso, por las generaciones doradas, incluyendo a las perdidas, iniciativas como esta liga veraniega sólo merecen aplauso y ánimo para seguir teniendo continuidad? y un poco de suerte para encontrar los apoyos necesarios. Porque yo que siempre hablo de la adicción que siento por este deporte, nunca he olvidado que el primer equipo que tuve la suerte de entrenar fue un cadete femenino. Aquellas niñas me engancharon tanto al baloncesto que no puedo dejar de pensar de lo necesario que es necesario un golpe de suerte de vez en cuando. Ellas trabajan tanto como ellos, y se merecen mayor fortuna.

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