Enseñanzas de la Final a Cuatro

20 May

La celebración en Milán de la Final Four el pasado fin de semana ha sido la gran noticia de nuestro deporte, con cuatro históricos del baloncesto, de aquellos tiempos en que la competición era la Copa de Europa, llegando cada uno de una manera diferente y confiando en unas posibilidades que daban más o menos esperanzas de llegar a la final del domingo.

Quienes hemos estado en alguna Final Four tenemos recuerdos imborrables. Aparte de la mítica para Unicaja que vivimos en Atenas, recomiendo encarecidamente a aquel que se considere aficionado que viva alguna en directo, aunque haya que viajar fuera de Málaga, ya que es más fácil que se repita presencia por el equipo malagueño a que la veamos en el Martín Carpena.

Que el Real Madrid haya sumado una segunda decepción de manera consecutiva deja atrás esa teoría que dice que en el baloncesto la sorpresa tiene menor cabida que en otros deportes -o eso dicen algunos–. Que durante tres temporadas consecutivas, la competición no la gane el favorito, es otro incentivo más que añadir a los que tiene nuestro deporte.

Se ha escrito y se seguirá haciendo sobre la mayúscula sorpresa que supone la victoria del Maccabi Tel Aviv, sobre todo por la manera en la que una escuadra con menor talento que las otras tres y con mayores condicionantes físicos se impuso a base de tesón, coraje y constancia. La victoria del equipo amarillo supone haber realizado una mejor Final Four, no haber sido el mejor equipo de toda la competición. No puedo abandonar la idea que la temporada en Euroliga realizada por el Real Madrid ha sido superior a todos, pero al llegar a Milán, y pese a destrozar sin paliativos al FC Barcelona en el partido del viernes, la propuesta de dureza de los chicos de David Blatt resultó demasiado complicada de digerir para personajes que han sido superados por la puesta en escena digna de todas las batallas épicas imaginables.

Los partidos del viernes fueron dos sorpresas antagónicas. El Maccabi-CSKA es lo más emocionante que recuerdo, reconciliando al más alto nivel con la historia de David contra Goliath, triunfando quien más simpatías despertaba –cosa que siempre ocurre cuando hay un enemigo a priori más débil–, dejando además la idea en el ambiente que además de entrenador y juego exterior dignos de aplauso, la afición tuvo una parte importante en la victoria (de hecho, me dio tanta envidia que ojalá veamos algo parecido en Málaga). El partido entre españoles fue tan desconcertante que las conclusiones que se saquen de ahí estarán totalmente contaminadas por un encuentro que desvirtúa cualquier análisis.
Evaluar la victoria del Maccabi y no terminar diciendo que este deporte es maravilloso es faltar a la verdad. La inferioridad de plantilla del equipo de David Blatt era manifiesta, con un juego interior integrado por gente como Joe Ingles o David Blu (antes Bluthental) hace que parezca muy poco bagaje para llegar tan arriba. Aunque Alex Tyus y Sofoklis Schortsanitis sean hoy dos héroes, seamos sensatos, están por debajo del nivel de los otros pívots del resto de equipos. De Andrija Zizic, que está más en el papel de prejubilado no hablo, lo que ocurrió es eso que deseamos todos: que el mejor día llegara en el momento justo.

Se le pueden poner todas las pegas del mundo al equipo de Blatt, los que van por fuera son muy parecidos: Ohayon y Rice, Hickman y Smith, Pnini y Blu? por dentro más que cojos con la lesión de James. Y tras generar todas las dudas del mundo, liga nacional incluida, lo único que queda es congratularse por el gran favor que han hecho al baloncesto y lamentar que un entrenador especialista en derribar favoritos como David Blatt no pase por el banquillo de nuestro equipo.

El mensaje trasmitido por el Maccabi puede resultar engañoso y que se tienda a pensar que sólo a base de ganas y valor se puede ganar casi siempre, eso llevaría a una compañía de La Legión a ser invencible y no creo que sea así, pero lo cierto es que sí, que es aprovechable aprender de la fe y la insistencia puesta desde la grada y transmitida a la pista. En eso los israelíes son maestros y de eso sí que es necesario aprender.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *