La racha abierta de derrotas que está sufriendo Unicaja puede tener gran cantidad de aspectos negativos, pero más allá del aspecto numérico –nada novedoso en este sitio, sólo hay que recordar el año pasado-, lo que llevamos de temporada tiene visos de dejar como motivadora la depresión vivida en la anterior, de la cual, una faena de aliño en las últimas jornadas es el mejor recuerdo.
Las enfermedades dejan huella en el cuerpo, en la mente también. El cerebro y los recuerdos tras una depresión se quedan ahí, cercanos para volver a brotar en el momento que surge un mínimo revés. Ahora, tras intentar renacer, la más que cierta posibilidad de repetir errores pretéritos vuelven a decirnos que esto sólo tiene una dirección: hacia abajo, que a pesar de tener mucho mejor equipo que el año anterior, el barranco por el cual se despeña este equipo no tiene fondo reconocible y que el milagro que hace falta para levantar cabeza parece que no llega. Vaya, me reconozco repetitivo, otra vez hablo de milagro, y lo cierto es que ya fuera de alcance el objetivo de la Copa del Rey, el panorama en Liga ACB es muy negro, pero el del Top 16 de la Euroliga es tenebroso, sobre todo por la inmediatez de tener que hacer algo que mejore las única victoria frente al Brose, y lo que viene en el calendario (CSKA y Efes) no parecen clientes cómodos para ello.
Me gustaría ser capaz de creer en el equipo que tiene el Club Baloncesto Málaga –que pintaba mucho mejor–, mantener la fe en un entrenador con un brillante palmarés que se parece a la gloria que tenía la España del Siglo de Oro: tan lejana que sería necesaria la aparición de Arturo Pérez-Reverte para que algunos, aparte que los órganos oficiales del club, parezcan recordarlo.
A pesar de lo que se encargan en mostrar un par de veces por semana los chicos que visten de verde y que no se parecen a los que queremos con la camiseta de nuestro equipo, es posible hacer una temporada más que digna en lo que queda, tanto en Liga ACB como Euroliga. Claro está, no haciendo partidos como el del domingo, en que ante el Real Madrid, en los últimos veinte minutos, se firmó un parcial en el marcador de 21-41, pero que en valoración fue todavía peor. Y es que los blancos quedaron arriba de forma sonrojante: +4 a +58 (en esos segundos 20 minutos). Hago hincapié en los signos, porque los últimos diez minutos fueron de aquelarre: -6 a +40. El final de +58 a +116 marea si no fuera porque el parcial del último cuarto te abre una úlcera.
La duda la tengo en si ellos lo creen, si tienen claro que los compañeros y el entrenador –pieza indispensable– son los que van a acompañarles en la tarea que les queda, oportunidad además para la gran mayoría de hacer una temporada destacable en Euroliga en lugar de arrastrarse por las canchas de nuestro continente. Si el plantel tiene claro esto, que a tenor de lo que se transmite, parece que no, se puede arreglar. Si no, habrá que tomar una determinación radical quirúrgicamente hablando, y ya se sabe, puestos a cortar, siempre será antes el entrenador en lugar de la plantilla. Al fin y al cabo, salvo que me digan lo contrario, Jasmin Repesa tiene a la mayoría de jugadores que quiere.
En este momento, llegamos al turno de los dirigentes. No me he referido a ellos hasta ahora porque realizaron la inversión con la mejor intención del mundo y ninguno salta a la cancha, pero el momento, al igual que ocurrió en la temporada pasada, requiere que se tome una determinación ya. De la forma más rápida y sobre todo más certera, teniendo en cuenta que aquellos que tienen que tomar las decisiones deben circunscribirse a su parcela, pensando que la posibilidad del error está más que cercana, y que encontrarse con el nombramiento de según qué puesto no les confiere la infalibilidad y mucho menos la sapiencia absoluta.
No me he olvidado de la paciencia, pero lo que se ha enviado desde hace tiempo al entorno que forman aficionados –incluyendo a los fieles que seguimos y a los que ya no están- y la ciudad no deja mucha capacidad de espera, porque los últimos tiempos nos hacen pasar de incondicionales a ilusos para poder seguir aguantando. Porque están muy bien las muestras de apoyo de tantos que vistieron de verde en tiempos de gloria, pero los que ahora ocupan su lugar se están jugando el respeto de aquellos que siguen aún, en una época que no recuerda para nada a la brillante. Quizá sería necesario un valiente y aguerrido Capitán Diego Alatriste para hacernos recuperar el orgullo que no encontramos en la cancha. Por eso es imprescindible que el golpe de timón sea rápido y certero, como el que da el autor cartagenero habitualmente en su barco. Ojalá se acierte rápido.