Cártama, ciudad superpuesta
La localidad del Guadalhorce, la favorita de Venus, ha protagonizado en la última década uno de los hallazgos más singulares de la Península, con edificios que van del siglo VIII antes de Cristo hasta el medievo
LUCAS MARTÍN
Fue décadas antes de los primeros fogonazos románticos, cuando todavía los asuntos de la piedra eran vistos bajo sospecha, no tanto por influencia de la construcción, entonces bastante endeble, como por su condición de testimonios inservibles de un tiempo antiguo y a menudo poco claro. En todo el mundo apenas había un interés emergente e ilustrado hacia la ciencia, pero sin demasiadas empresas arqueológicas. La propia campaña de Pompeya, un antes y un después para la disciplina, contaba sólo con diez años.
Era 1747. Y de todos los rincones del inmenso entramado monumental español, el monarca Fernando VI, se decidió por hacer de Cártama el laboratorio en el que aplicar las ideas que venían de Europa. Una elección que los no informados relacionarían con uno de esos amores territoriales, tan frecuentes en la Península, con los que a veces se sazona la historia de los territorios y de sus dirigentes. Sin embargo, la filiación soberana con Cártama no resultaba tan evidente. Si se seleccionó para la excavación, prácticamente pionera en el país, fue por el empeño entusiasta de asesores y científicos. Existían indicios, trozos de esculturas, relatos que apuntaban a una riqueza inusitada.
Aquella primera cata no defraudó. La entrada de la pala en la Plaza del Pilar Alto sacó a flote una enorme cantidad de vestigios romanos. Epígrafes, tallas voluminosas, columnas, piezas que en muchos casos por la dificultad para su transporte, acabaron por decorar los edificios locales, formando parte durante décadas de un museo a la intemperie de cuya grandiosidad dieron cuenta en sus memorias los grandes viajeros internacionales. Esa excavación, con un plano minucioso que fue localizado recientemente en un archivo, conecta en línea recta y al mismo tiempo tortuosa con las llevadas a cabo a partir de 2005 por Francisco Melero, que han acabado por dar forma a un conjunto que es a todas luces mucho más de lo que se intuía. El de Cártama se ha revelado en un yacimiento único en España, uno de los pocos rincones del planeta que en menos de cien metros permiten apreciar, y con edificios de enjundia, la mayoría de las etapas de la historia del hombre.
La Pieza del Museo de Málaga
El mosaico de Venus
El mosaico, hallado en 1956 durante unas reformas realizados en la calle González Marín de Cártama, es uno de los cuatro de los que se tiene constancia con procedencia de la ciudad romana de Cartima. Fue el pavimento de una gran estancia perteneciente a un edificio que se ha venido relacionando por los motivos marinos de la concha y los delfines con las termas, o baños públicos; sin embargo, el lugar de su hallazgo lo vincula más bien con una las habitaciones de las domus o viviendas de la élite que circundaban el foro de la ciudad. El medallón central representa el nacimiento de la diosa Venus, que reposa sobre una venera bajo la que aparecen dos delfines afrontados. Alrededor se encuentra una orla con ocho aves campestres. Por encima y por debajo del panel se desarrollan otros con motivos geométricos, viéndose bordeado todo el salón por una cenefa de guirnaldas.
La suntuosidad del patrimonio de Cártama se advierte en la cantidad de piezas que forman parte de los fondos permanentes del Museo de Málaga, pero también pero también en algunas colecciones particulares, rescatadas de la destrucción del boom inmobiliario, que poco a poco se van cediendo para su disfrute público. La excavación dieciochesca, junto a otras intervenciones posteriores, puso en circulación un botín resuelto en muchas ocasiones con itinerarios caprichosos. El mosaico de Hércules, por ejemplo, que sirvió de suelo e inspiración al museo de los Loring, en la Finca de la Concepción, acabaría viajando hasta Getxo, donde permanece hoy, en el panteón familiar de los Echevarría. También hubo piezas bloqueadas para uso personal de las autoridades franquistas e importantes destrozos, algunos fruto de la codicia del ladrillo, que arrasó con importantes muestras, a veces, incluso, bajo la mirada atónita y la consternación de los vecinos.
La dispersión de ese impresionante caudal artístico no convierte, ni mucho menos, a Cártama en una especie de carcasa muerta del Louvre. En la ciudad, al menos a nivel expositivo, lo mejor está por llegar. Y no se trata de una hipótesis de trabajo, sino una constatación de toda la sucesión de hallazgos que se han ido acumulando en la última década. Buena parte del mérito se debe a la sensibilidad del Ayuntamiento, que reparó muy pronto en el beneficio colectivo del cuidado de la historia y de la arquitectura. Hizo, en definitiva, lo contrario que Málaga, aunque curiosamente con los mismos elementos. A principios de este siglo, en una céntrica plaza, la Constitución, colindante a la del Pilar Alto, se iba a iniciar la construcción de la casa de la cultura. La aparición de unos restos en el solar provocó que la obra se interrumpiera de inmediato. Se inició entonces una aventura arqueológica fascinante, generosa en cuanto a descubrimientos desde primera hora.
En esos primeros trabajos de 2005, el equipo de Francisco Melero dio con un universo temporal magníficamente encajado y distribuido por escalas, algo que iba más allá de los restos romanos y que abarca entre sus manifestaciones con edificios que van desde el siglo VIII antes de Cristo a la Edad Media. Toda una colonia de civilizaciones superpuestas, en orden cronológico, dispuestas como si fueran los pisos de una tarta museística utópica. Las primeras capas ocupadas por las ciudades de los tartesos y los íberos, con fases superiores en las que se han rescatado piezas de inmenso valor y singularidad como la basílica romana, un instrumento de mármol con tribuna y escaleras que desempeñaba un papel central en la vida pública del foro: la de servir de contacto comercial y de administración de justicia.
La riqueza es inagotable. A la torre de culturas del solar, que se completa con el enunciado de una construcción visigoda y un muladar medieval atiborrado de piezas de cerámica, muchas con el sello de maestría de Al-Andalus, se añaden las muestras arquitectónicas localizadas en los alrededores. La más importante, una muralla de época púnica de grandes dimensiones que destaca por su sillería helenística y su uso nada habitual de los contrafuertes. Si el espacio depara otras sorpresas- también llama la atención los restos de sus necrópolis- es algo que el municipio se ha encargado de que no caiga en saco roto, adquiriendo poco a poco la manzana de edificios que rodea a la plaza. Según informa Melero, el 85 por ciento de las casas del entorno ya están deshabitadas y al servicio del trabajo de los investigadores. El plan ejemplifica lo que se puede hacer cuando la sensatez se alía con la sensibilidad histórica: en apenas unos cuantos años la ciudad contará con un parque arqueológico sin parangón, provisto, además, de un museo. Lo dice Daniel Florido, de Nerea, empresa arqueológica a la que se ha encomendado, con el apoyo de Melero, el diseño de la estrategia: «Cártama no sólo mira a su pasado desde los ojos de un arqueólogo, sino que mira hacia su futuro para preservar su patrimonio».
Una puesta a punto con plan estratégico hasta 2021
Mucho más que una trama de huellas históricas. Por supuesto más que ruinas, que naturalezas muertas. El espectacular resultado de las campañas arqueológicas dirigidas por Francisco Melero ha servido para poner la guinda a un patrimonio cultural, el de Cártama, que en plena era del turismo, pelea con argumentos sólidos para convertirse en un aval para la comarca. A su historia de pueblo fronterizo, pródiga en vestigios, se suman monumentos consolidados que llegan hasta la época contemporánea. Muchos de ellos forman parte del Plan Estratégico del Patrimonio Histórico y Arqueológico de Cártama, un documento en equipo elaborado por la empresa Nerea, con la colaboración de la concejalía de Cultura, que apenas cuenta con precedentes en la provincia y que marcará la hoja de ruta hasta 2021 para la promoción y el mantenimiento del conjunto artístico creciente del municipio. La lista de reclamos sobre los que trabajar es amplia. Y, como recuerda Daniel Florido, director técnico del proyecto, incluye desde la columna romana de Cruz de Humilladero, al patrimonio industrial y ferroviario y las casas-palacio, entre las que destaca la de José González Marín, el intérprete y rapsoda que levantó la admiración de escritores como García Lorca, Rafael Albeti o Salvador Rueda.