Pensar la Educación

8 Nov

Gobierno y oposición tienen la tarea de consensuar un pacto por la Educación

Ha llegado la hora de poner orden en el sistema educativo español. Aplicar el Plan Bolonia sin modificar a fondo la educación básica y media ha sido un paño caliente

Haberse colocado en el Plan Bolonia, que unifica la Educación Superior para todo el espacio de la UE, parecía bien en el documento. Aunque ha tenido sus detractores dentro del sistema universitario español y se aplica como se puede, sin recursos suficientes y apoyándose en la amplia vocación de servicio de la mayoría de los docentes universitarios. La verdad es que a las aulas superiores llegan alumnos sin una formación sólida en las materias básicas (la comprensión lectora, salta a la vista). Sin contar que somos el país de Europa con más deserción escolar y con una notable dispersión de los currículos formativos. La norma ha sido un constante vaivén de leyes de Educación al pairo de las ideologías dominantes en los sucesivos gobiernos españoles de los últimos 40 años. El pacto, el acuerdo ante materia tan capital, ha brillado por su ausencia. Han prevalecido las ocurrencias de cada uno y los cambios súbitos en cada equipo gubernamental. Así hemos llegado hasta aquí. El ‘nuevo’ Mariano Rajoy ha ofrecido un pacto para poner orden y llegar a un consenso sólido al respecto. Tiene ese encargo principal el ministro de Educación, Cultura y Deportes, Íñigo Méndez de Vigo, quien ya ha ratificado tal intención. Las variables a despejar, señor ministro, son: Alta tasa de fracaso escolar; muy bajas calificaciones como media en los baremos internacionales; recortes en los presupuestos y profesorado; incrementos sensibles en las tasas de matrículas; unificar los programas docentes en todos los trayectos educativos. Nueve millones y medio de estudiantes españoles –desde infantil a la universidad– agradecerán que le garanticen una educación pública de calidad, así como acabar con la alta inseguridad de su futuro, contestándoles a una pregunta fácil: ¿Pará qué estudian?
El Pacto Educativo. ¿Por qué es indispensable y urgente? España lidera el abandono escolar en Europa. Un diagnóstico preciso, veraz y desapasionado de la vertiente ideológica al uso y práctica en nuestro país debe guiar a estas discusiones. Son muchas y competentes voces en el mundo que fijan el problema. Mariano Fernández Enguita, sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid asegura que la Escuela está en crisis institucional. Quiere decir que el problema está en la concepción misma de la Educación tradicional y eso fija, dice, la cuestión en profesores y alumnos. Ken Robinson, en una charla del prestigioso programa de televisión TED, denigró de la Escuela como una fábrica que no se sabe muy bien a quién y para qué forma a sus estudiantes. También está el denostado Informe Pisa (OCDE), que coloca a España en una posición baja en materias nucleares, como Matemáticas, Compresión lectora y Ciencias. Y agregaba, que el presupuesto que tiene Educación está muy por debajo de los países de la muestra analizada por Pisa. Es evidente que la calidad cuesta dinero y hay que financiar al sistema educativo público español suficientemente. Como ejemplo, la CCAA Andalucía sostiene una deuda cercana a los 800 millones de euros con sus diez universidades. A la Universidad de Málaga le corresponde unos 90 de esa deuda y en estos días, los rectores han declarado que exigen claridad en la forma de pago y que se ejecuten los mismos.
Lo cierto es que el cambio de paradigma debe tocar el fondo del problema. Aquí se enseña mucho a memorizar como herramienta clásica y poco a pensar. Hoy si un alumno no recuerda la capital de Lituania, tiene a Google, que se la dice en un instante (es Vilna). Pero aprender a pensar es el inmenso fallo de este sistema. Y eso, al llegar a la Universidad se echa en falta. Un estudiante que va a conformar la élite profesional de un país, tiene que aprender a pensar, a analizar y plantear soluciones en su trabajo, y eso hay que enseñarlo muy temprano. En realidad los métodos de enseñanza han variado muy poco en estas cuatro décadas. Han sido y son: clase magistral, libros, deberes en casa (en abierta polémica social en estos días) y exámenes. El epicentro de la cuestión, claro está, es el profesorado.
Pareciera que se acierta en el diagnóstico, pero no se aplican los remedios. En 2015, José Antonio Marina presentó un documento al Ministerio de Educación, que duerme en algún cajón bajo llave. Proponía que ser maestro requería siete años de carrera y evaluaciones periódicas que se pudieran reflejar en el sueldo. Claro eso tocaba el presupuesto, que ha venido en caída libre desde 2009 a 2014 (53.375 a 44.002 €). Antes, y con consenso de los principales partidos políticos, se había hablado del MIR docente, que ya hacen los médicos y psicólogos. Se habló de ponerlo en práctica en 2010, pero sigue a la espera. Son indicios de buenos diagnósticos, pero con falta de voluntad política para ejecutarlos. Un indicio de que el problema de la Educación siempre puede esperar. La guía hoy parece indicar que hay que fijar dos parámetros: calidad y adecuarse a los tiempos presentes proyectando hacia el futuro. Este asunto es de suma importancia para el porvenir de España.

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