La noria de Godino sí que necesita un telón

20 Abr

En la calle Salvador Dalí malviven los restos de la noria del siglo XVII que daba a agua a la Huerta de Godino. Reforzada con cemento para que no se descuajaringue, en sus alturas florece un bosque de arbustos.

Ayer coincidieron en el tiempo, y se trató de una casualidad, la crónica de esta sección sobre el semiocultamiento, con una lona municipal, del cascajo del cine Astoria en tiempos del festival de cine y la noticia de que tanto la Gerencia de Urbanismo como Ciudadanos concluyen que lo mejor es demoler ya el bicho y privarnos de vistas tan inquietantes.

Confiemos en que, como en los cuentos de hadas, los deseos se hagan realidad, aunque mucho se teme un servidor que habrá suficientes obstáculos normativos como para posponer el sueño hasta que a la vecina escultura de Picasso le salgan barbas.

Ajena a las gerencias, los partidos y sin una lona que tape su decadente estado, un año más los restos centenarios de la noria de Godino, en la calle Salvado Dalí, la que da nombre al complejo de La Noria, de la Diputación de Málaga, malvive como un túmulo infecto rodeado de coches, pues esta calle es puro aparcamiento.

Es un misterio cómo esta pieza del pasado no tiene la más mínima protección y no aparece en el catálogo del PGOU. En 2012, la Asociación en Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial de Málaga la databa en el siglo XIV, mientras que el profesor de Historia del Arte de la UMA, Francisco Rodríguez Marín, estimaba que fue construida en el XVII.

En cualquier caso, sus restos están ligados al propietario de la huerta hace cuatro siglos, Alonso Godino de Zaragoza, que ha dejado su impronta en la ciudad en la calle a continuación de Salvador Dalí, la calle Godino.

Lo que queda de la noria, en todo caso, es un base cilíndrica florecida, porque luce encima un bosque de arbustos que desde hace décadas va horadando la estructura del Siglo de Oro.

Una valla que la rodea impide que los coches que aparcan junto a ella terminen con chinos o ñoscos en el parabrisas, mientras que hasta media altura ha sido repellada con cemento porque los niños trepaban por los huecos de la fábrica.

Lo curioso es que la mina de agua vecina, al menos seguía en uso seis años ha, aunque no sea potable, lo que nos da una idea de lo que pudo ser la desaparecida Huerta de Godino.

También va camino de desaparecer la noria, adornada con vetustas pintadas garrulas y en el espacio de la valla, sazonada con basuras varias.

El día que este recuerdo del XVII o anteriores se le caiga encima a algún conductor o peatón, puede que la clase política descubra la noria y entonces quizás aparezcan los anuncios de «puesta en valor» (con perdón por el palabro).

Mientras tanto, lo único positivo del entorno es que las viviendas de este rincón de Martiricos lucen inmaculadas, así que la artística calle Salvador Dalí ha dejado ya de ser un contubernio de los grafiteros más chungos, ególatras y escabrosos. Menos da una noria.

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