Tengo esta frase tan profundamente grabada en la mente en estos días que me ha llevado a escribir estas líneas. Es la exigencia de mi hija de dos años que reclama de forma enérgica y reiterada la autonomía. “Yo sola”, “yo sola”, yo sola”… Tiene razón. Pero no toda, claro está. ¿En qué tiene razón? En que hay muchas cosas que, aunque con dificultad, puede hacer por sí misma. Cosas que hacemos los adultos reemplazando su capacidad de acción. ¿Por qué no toda? Porque algunas cosas no puede hacerlas sin un riesgo grave para su integridad física.
Quiere comer sola, bajar sola las escaleras, encender la luz sola, enchufar la televisión sola, lavarse las manos sola, peinarse sola, salir a la calle sola, conducir el coche sola… Algunas de esas cosas las puede hacer. Otras, evidentemente, no. Y ahí está el intríngulis de la cuestión. En establecer la barrera entre lo que puede hacer sola y lo que no. En la asunción de los riesgos que conlleva anticipar lo más posible la autonomía. Si come sola la sopa, es probable que se le derrame alguna vez el contenido de la cuchara. Si anda sola, se caerá muchas más veces que si se la lleva en brazos. Pero sólo así aprenderá a caminar. Como dice uno de personajes de la última novela de Susanna Tamaro titulada ‘Escucha mi voz’ : “Quiero poner a prueba mi autonomía”.
Plantea Holderlin una hermosa y profunda metáfora sobre la educación. “Los educadores -dice- forman a sus educandos, como los océanos forman a los continentes: retirándose”. No es fácil. La tendencia es a sentirnos y a ser útiles. Lo fácil es no asumir riesgos, retrasar lo más posible el día de la independencia. Pero así no se deja crecer.
El primer día que el niño pueda peinarse solo, no le tendría que peinar nadie. El primer día que pueda vestirse solo no le tendrían que vestir. El primer día que el alumno pueda encontrar la bibliografía solo, no se la tendrá que dar el profesor. El primer día que el alumno pueda buscar la información por sí mismo, no se la tendría que buscar el profesor. Creer que no pueden hacer determinadas cosas conduce a que realmente acaben no haciéndolas y creyendo que no las pueden hacer por sí mismos.
Existen ámbitos diversos en los que se puede producir la sobreprotección. Uno, el más elemental, tiene que ver con la autonomía física, con las actuaciones funcionales de los niños. Qué hacen por sí mismos, a dónde van solos, qué decisiones toman sobre lo que quieren hacer. Otro tiene que ver con el pensamiento, con las ideas, con la dimensión intelectual de las personas. Porque a los niños no se les debe ayudar a que piensen como nosotros sino a que piensen por sí mismos. El tercer ámbito es psicológico y tiene que ver con la autoestima, con la valoración que hacen de sí mismos, con el aprecio que se tienen.
Hay niños que tienen especiales dificultades para crecer autónomamente: los hijos únicos, los niños que han perdido trágicamente a un hermano, los niños que tienen alguna discapacidad y las niñas por el sencillo hecho de ser niñas.
He conocido niños aplastados por el amor de los padres. Niños sobreprotegidos que se han convertido en el hazmerreír de sus compañeros y amigos. Recuerdo especialmente el caso de un pequeño alumno mío a quien su madre había infantilizado hasta tal punto que no tenía vida propia. La madre le llevaba a la peluquería y decidía cuál había de ser su corte de pelo, le vestía como a ella le gustaba, le llevaba de la mano al colegio, no le dejaba jugar con los demás niños, nunca le daba autorización para salir de excursión con los compañeros. Era hijo único de madre viuda. Un buen día le di dinero para que fuera a cortarse el pelo como a él le gustaba. El conflicto fue inevitable. La madre tardó en comprender que lo estaba asfixiando, que su angustia estaba perjudicando el crecimiento.
La sabiduría sufí ofrece una explicación en forma de historia para justificar la necesidad de no dar todo hecho, todo pensado, todo resuelto a los hijos y a los alumnos.
El maestro sufí contaba siempre una historia al terminar la clase, pero los alumnos no siempre entendían el significado.
-Maestro, lo encaró uno de ellos una tarde, usted nos cuenta los cuentos, pero no nos explica su significado.
-Pido perdón por eso, se disculpó el maestro, permíteme que en señal de reparación te invite a comer un rico melocotón.
-Gracias, maestro, respondió halagado el discípulo.
-Quisiera para agasajarte, pelar el melocotón yo mismo. ¿Me lo permites?
-Sí, muchas gracias, dijo el alumno.
-¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano un cuchillo, te lo corte en trozos para que sea más fácil comerlo?
-Me encantaría. Pero no quisiera abusar de su generosidad, maestro.
-No es un abuso si yo te lo ofrezco. Sólo deseo complacerte…. Permíteme también que lo mastique antes de dártelo.
-No, maestro. No me gustaría que hiciera eso, se quejó sorprendido el alumno.
El maestro hizo una pausa:
-Si yo os explico el sentido de cada cuento, sería como daros a comer una fruta masticada.
Creo que las personas tienen que aprender a pensar por sí mismas, a decidir por sí mismas, a asumir sus propias responsabilidades. Lo cual exige una costosa declaración de independencia de los padres y educadores y una asunción no menos costosa de autonomía responsable de los hijos y alumnos. El aprendizaje del sentido del deber. Nos lo recuerda José Antonio Marina en su último y excelente libro, ‘Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía’: “Tanto el respeto como la justicia nos imponen deberes, y aquí tropezamos con algo que hemos olvidado. La obligación de comportarnos justa, respetuosa, valientemente no afecta sólo a nuestro trato con los demás, sino también al trato con nosotros mismos”.
Lo que los hijos y los alumnos nos piden y nos exigen a los padres y educadores, es sencilla y llanamente lo siguiente: “Ayúdame a hacerlo solo”.
Yo sola
17
Feb
La sobreprotección es tan mala como el abandono. Anula a la persona de tal manera que no la deja ser por ella misma. La autonomía se enseña desde que niñas y niños nacen. Se empieza por dejar que todos los logros psicomotores sean sin ayuda. Así aprende desde girar la cabeza, mover sus manos,darse vuelta, sentarse, pararse, caminar sin ayuda. Y junto con ello una enorme cantidad de movimientos intermedios que son los que le sirven para armar las posturas. Se sientan solos… No se los pone sentados… Junto con el desarrollo motor va estructurando su psiquis. Si este desarrollo motor es autónomo, también lo será su desarrollo como persona. Junto con ello y ya antes de cumplir el año, aparecera el \
Junto con ello y ya antes de cumplir el año, aparecera el “no” ese gran primer estructurador de la personalidad. Parece casi ridículo, pero estás pequeñas cosas desde que nacemos, harán que seamos más seguros e independientes toda la vida, y sin duda más sanos y felices. En el mundo de las niñas y niños, están los adultos responsables que ayudan a crecer. Cada uno lo hace desde sus conocimientos y desde su amor, pero si los conocimientos no son los suficientes, siempre es bueno buscar información acerca de la mejor manera de hacer las cosas. Sobreproteger no es amar demasiado. Sobreproteger es no saber amar con libertad. Amar es saber que los hijos no son una propiedad y que hay que ayudarlos a ser personas libres que puedan valerse por si mismas hasta lograr la plena autonomía.
Hola, he alcanzado ya los 40, pero todavía recuerdo algo que mi padre solía decir, y creo que muchos de los padres de la época, criar a los niños es como criar un naranjo. Desde pequeño hay que orientarlos en el camino, dejando que vayan creciendo, pero si se tuerce hay que ponerle un palo para que siga el trazado adecuado; si le sale una rama mala hay que cortarla, y así dejando crecer e interviniendo en determinados momentos llegará un día en el que ya no hará falta más palos ni más ramas cortadas, habrá que dejar florecer al naranjo y al hijo tomar sus propias decisiones.
Como educadora puedo decir que a veces es muy difícil saber construir el equilibrado espacio que favorezca el desarrollo de la autonomía en el alumnado. Hace poco una profesora me comentaba que sus alumnos se quejaban porque no aceptaban que ella les dijera lo que tenían que hacer, y ella se justificaba alegando que no era esa su intención, sino hacerles partícipes de lo que ella ya conocía por experiencia. En la mayoría de los casos, la intención puede ser buena, no lo dudo, pero quizá no venga mal recordar aquello de que \
\pero quizá no venga mal recordar aquello de que “nadie aprende por cabeza ajena”.
Se aprende haciendo, esta frase se me quedó grabada desde la primera vez que la oí a un profesor de la escuela de Magisterio cuando yo cursaba estudios en la misma.
Es importante dar herramientas al alumno para que aprenda pero más importante es que vea alguna utilidad en ese aprendizaje..Si yo lo intento y fallo en el camino podré aprender que lo puedo conseguir o reflexionar que no es el momento para conseguirlo.
Trabajo en pedagogía terapéutica y un alumno “muy bajito”, a nivel cognitivo, me dice:
-“pa qué Vicente”, y yo le tengo que dar explicaciones que le convenzan que es importante la acción y que haga por si mismo cosas que le desarrollen la autonomía ya que es poco autónomo.Lógicamente estas explicaciones se las doy a su nivel, pero el insiste “pa qué”. Otros sim embargo se matan por la acción(pero sin reflexión, alumnos hiperactivos) y siempre dicen “yo” aunque no esten preparado para ello. Pienso que estos últimos madurarán más porque en definitiva pienso que se madura, imtentando ser autónomos y ejercitando la acción, pero cuando se reflexiona sobre la misma. Además del aprendizaje mecánico de las cosas hay paralelamente manejar una conciencia ecuánime que permita desarrollar tu acción sin reprimir la del otro (sobreprotección, miedos, fobias…).
Un saludo
Vicente R.
….quiero seguir ahondando en la expresión que utilicé en el anterior comentario: “conciencia ecuánime”, cuando hablo de esta expresión o concepto me refiero en este contexto “Yo sola”, a que los educadores y padres los que de alguna manera somos responsables de la educación de los menores.Tenemos que buscar un equilibrio entre lo que se debe dejar hacer, estimular, potenciar, motivar y lo que no se debe permitir o de alguna manera poner límites..El buscar dicho equilibrio sopesando los inconvenientes pero valorando lo positvo o valioso es lo que nos tiene que llevar a tomar las decisiones que faciliten la autonomía de los pequeños.( sin consentir los caprichos, chantajes, apegos….).
Vicente R.
tengo un hijo de 3 años 10 meses y me dice la educadora que supa todo lo que a sus manos llega cual es el problema. vive con mama visita al papa sabado y domingo. mama tiene pareja al igual que papa, la pareja de mama le quiere le estima y juega con el que hace falta?