Sensaciones.

27 Nov

Todos los deportes giran alrededor de los números. El baloncesto no iba a ser una excepción y la carga estadística y de cifras existente en nuestro deporte tiene un peso específico tremendo en todo lo que rodea al juego. Aparte del tema numérico, tenemos las sensaciones, lo que éstas generan y transmiten al ánimo colectivo y su influencia en el desarrollo del juego. Y ahí encontramos la situación de nuestro Unicaja, que ha llegado al primer parón de la competición en una situación que tanto en el plano numérico como en el de sensaciones nos ha sorprendido. Eso sí, para bien.
Tal vez debería decir que el parón de las «Ventanas FIBA» llega en el peor momento de la temporada. Más que nada, porque el Unicaja versión 2018/2019, el que completó una pretemporada de las peores que podemos recordar, ha cerrado los dos primeros meses de competición con un global de 15 triunfos y tres derrotas. El equipo consiguió de manera holgada su clasificación para el Top 16 de la Eurocup y tiene totalmente encarrilado el meterse en la Copa del Rey, siendo algo más que factible acudir al sorteo del evento de Madrid como cabeza de serie.
Está claro que no significa absolutamente nada estar arriba en el mes de noviembre, y que quede un mundo de aquí al momento en el que se haga balance de la temporada conlleva que todo haya que ponerlo en cuarentena.
El que haya que parar la temporada no deja de ser un problema, porque esta interrupción no sólo pilla al grupo en un gran momento, sino que la única utilidad que tiene es alguna posible lesión, imposibilidad de trabajar con el grupo, ya que Luis Casimiro Palomo pierde hasta a siete jugadores del plantel y tener que volver a buscar el momento de forma nuevamente cuando se reanude la competición el próximo 8 de diciembre.
El grupo de momento ha dado muestras para seguir confiando en él y esperar que la vuelta sea tan agradable como hasta ahora. Cierto que en diciembre vienen rivales como Unics Kazan, FC Barcelona o Kirolbet Baskonia, pero se han visto partidos que hacen albergar todas las ilusiones del mundo. Simplemente analizando el último que se vio, la victoria ante el UCAM Murcia, entra en esas que se suelen llamar de oficio. Contra un equipo que impuso en la práctica su ritmo de partido en todo momento y que se agarró al más breve atisbo de supervivencia, haciendo de la contienda una lucha con tintes de partido de cancha callejera, ni más ni menos que la que el contrario tiene por costumbre y que pese a la ausencia de Askia Booker, añadida a las ya tradicionales de José Ángel Antelo y Dejan Todorovic, no se entregó nunca. Sólo que la bocina final le pilló abajo en el marcador, cosa que por otro lado tampoco fue injusto.
En este tipo de partidos, el arbitraje tiene mucho que decir, pero a veces se ve sobrepasado por las circunstancias. Y lo peor que puede ocurrirle es que cambie de criterio durante el partido, algo que vimos el pasado sábado. La diferencia de faltas personales y tiros libres no eran más que una consecuencia lógica de las propuestas diferentes de ambos equipos. Ni más ni menos lo que era de esperar viendo lo que las dos escuadras ponían en pista: el problema fue que se terminara materializando en el tercer cuarto. No es lógico que a los visitantes se les señalaran sólo dos faltas en el segundo cuarto, y doce en el tercero, cuatro de ellas en los primeros cincuenta y cuatro segundos del mismo. No es lógico, sobre todo, porque no varió la puesta en escena del debutante Javier Juárez, sino que una vez declarada la guerra, se señaló todo lo que antes había pasado como algo inherente al juego.
Con el cierre previo al primer parón, se ha visto a un equipo de Unicaja capaz de aparecer en la mayor parte de escenarios de forma más o menos conveniente, bastante afinado, pero demostrando que aún hay camino por recorrer para conseguir lo que se quiere. Los números ahora lo respaldan; y las sensaciones, mucho más. El reto no es otro que alargarlos todo lo que se pueda y pelear hasta conseguir los objetivos.

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