Aunque la semana política se despide entre los ecos del debate del estado de la nación y el fulgor de la celebración del día de Andalucía en plena campaña de elecciones autonómicas, el hilo común de ambas, de la española y de la andaluza, es el de la credibilidad que otorgamos a nuestros líderes políticos gracias al espejo de su imagen pública. En una palabra, quién ha ganado o perdido el debate del estado de la nación o cuáles son las previsiones de las encuestas electorales y las valoraciones de líderes de las elecciones andaluzas. Sin embargo, más allá de la política espectáculo y del brillo icónico de la imagen política, lo que se juegan nuestros líderes en la política nacional y andaluza es abordar una política de expectativas de cambio, que la ciudadanía demanda, mientras construyen el relato político del mismo. La clave es crear un liderazgo que responda y sepa gestionar esas expectativas y construya el relato de un cambio político que la ciudadanía y la sociedad española exige.
El tema del liderazgo que en nuestro país presenta nuevos perfiles tanto por un proceso cambio generacional que está creando nuevos líderes que buscan otro estilo ante un país que tiene una necesidad imperiosa de empezar de nuevo en muchos aspectos de la vida pública. Ese ESPAÑA/RESET es, precisamente, el título y el objeto del último y reciente libro de Joan Subirats y Fernando Vallespín (España/Reset, Ariel, Barcelona, 2015). De hecho, echamos de menos líderes del pasado, referentes del ayer para el presente. Sin embargo, la antinomia de hoy es que el liderazgo es una condición necesaria pero no suficiente para la calidad de la democracia. Un difícil equilibrio entre liderazgo sólido y compromiso cívico. Joan Subirats y Fernando Vallespín afirman que el líder democrático de hoy debe ser, sobre todo, «un terapeuta que acompaña y refuerza las responsabilidades de la gente» (pág. 189) y «que lo importante de un líder es la legitimidad que presente su trayectoria, la consistencia de la imagen que proyecta con el arduo recorrido realizado. El tema de fondo ya no es la acción aislada de un líder, sino el conjunto de actores, procesos y relaciones del sistema o ecología social que lo rodea y que genera un proceso de innovación social potente» (pags. 189-190).
Paradójicamente, esa sociedad que demanda el cambio, que bulle en una conversación pública más diversa e intensa que nunca contribuye al liderazgo y al proceso de innovación social que le rodea gracias, entre otras cosas, al papel de los profesores universitarios, aunque la universidad y su modelo forme parte de esas instituciones que aunque valoradas no escapen del debate de la sociedad española. Porque al fin y al cabo, el debate público de hoy es más profesoral que nunca, sobre todo, con economistas y politólogos como protagonistas y hasta como asesores de los propios partidos y es más incluso tenemos hasta un partido de profesores de Ciencia Política (Podemos) que constituyen la base de un nuevo liderazgo.
Sin embargo, la novedad de estos días ha sido la presentación de la candidatura de Ángel Gabilondo como candidato a la Comunidad de Madrid. Con independencia de su encaje en el desencaje del PSOE madrileño lo que más me interesa del nuevo salto del Ángel , es el compromiso cívico y político de este catedrático de metafísica, primero con la Universidad Autónoma de Madrid de la que fue rector y luego en como Ministro de Educación. Aparte de ser un intelectual comprometido pero con experiencia política acreditada hay algo en él que concita el interés: parece entender la política como consenso y a través del poder de la palabra de la deliberación. Él sabe muy bien que tenía razón Rafael del Águila cuando afirmaba en Socrates Furioso que «el pensador es también un ciudadano y por eso debe equilibrar las exigencias del juzgar en la ciudad. Ciertamente en tanto que ciudadano su responsabilidad es ofrecer posibilidades de lo real mediante el pensamiento, la crítica y la argumentación. Pero también, es su responsabilidad mantener las condiciones cívicas que hacen posible ese pensamiento crítico y sus argumentaciones» (Págs. 227-228). La palabra y los límites que impone la vida en nuestros ideales. Y que la resolución de esta tensión es pensar políticamente la ciudad. Ángel Gabilondo representa ese modelo de pensador y la ciudad, y conoce perfectamente sus límites, y es, sin duda, uno de esos nuevos líderes que demanda la sociedad española, sólido pero con compromiso cívico. Habrá que esperar y ver.