Si miramos la política contemporánea vemos, sin duda, una vertiginosa acumulación de acontecimientos dentro de un tiempo político atroz que, es así, porque parece limitar nuestra capacidad de resolución de los problemas políticos. Hay un vértigo veloz en ese tempo que nos impone la política actual, que se conjuga con el de los tiempos de la política cotidiana. Al final, vamos postergando las ideas y proyectos y caemos irremisiblemente en la política de lo posible.
El componente diferenciador e ilusionante de las ideologías y de las utopías en el universo como elemento transformador cada vez nos interpela menos y se refugia como un objeto de estudio académico. La cara y cruz de lo que nos pasa es una política de límites que sólo, paradójicamente, a través de política crea espacios de oportunidad para dibujar una realidad distinta con gran dificultad porque estamos en un mundo global, en crisis y en pleno cambio de época.
El caso de Grecia y de España son ejemplos que tienen que ver con lo que digo. Son países que comparten una atmósfera de cambio político después de padecer una severa crisis económica. Evidentemente, con circunstancias políticas y económicas diferentes. Sin embargo, los paralelismos en ambos países indicaban un cierto agotamiento del su sistema de partidos y la emergencia de dos fuerzas políticas, Syriza y Podemos, que mantienen un discurso político diferente al de los partidos tradicionales.
Tsipras en una semana ha pactado con los Griegos Independientes, el partido de la derecha nacionalista griega. No se ha hecho muy popular al prescindir de las mujeres en su gobierno y en política exterior tampoco ha sido muy audaz, impidiendo las sanciones en la Unión Europea a Rusia. Es evidente, que de momento la política de límites no le está dejando ser todo lo de izquierdas que debería, en un sentido clásico de la expresión. Sin embargo, lo interesante está en ver si es posible su plan contra la crisis sin austeridad, renegociando la deuda e implementando reformas estructurales en la economía griega para lo que ha pedido tiempo. La política de límites de Grecia es enorme, sin embargo, si Tsipras consiguiera hacer su política abriría la posibilidad de una solución para Grecia y también una posibilidad de hacer una política de la crisis distinta a la actual política de austeridad.
En la política española, más allá de los paralelismos griegos, nos olvidamos que, el gobierno de coalición entre el PSOE e IU que acaba de terminar representaba en nuestro país un intento de hacer una política ante la crisis diferente. El escenario nacional está lastrado por una política ocupada en un año de elecciones, en el que se mezcla el cambio generacional en el liderazgo de los partidos y la definición de los proyectos en un horizonte electoral que va a ser más competido, probablemente con un tripartidismo, y que quizás con gobiernos de coalición.
De hecho, en la fase actual es una etapa en que poco sabemos de programas y de lo que van hacer las fuerzas políticas y, eso sí, estamos más ocupados en el perfil de los nuevos líderes y su solvencia comunicativa que en la política que harán para resolver los problemas que les preocupan a la gente. Personalmente, me preocupa mucho menos todo lo que se ha dicho sobre Susana Díaz, como política y de su estrategia política en relación a su decisión de convocar elecciones en Andalucía y, sin embargo, me decepciona el fracaso de una coalición de izquierdas que intentaba hacer una política de la crisis distinta. En este sentido, Andalucía plantea un escenario electoral en el que las cosas no van a ser como antes y la gobernabilidad puede ser más compleja.
La elección de Susana Díaz puede ser correcta estratégicamente pero incluso aunque consiguiera ganar las elecciones, no debería de olvidar que tiene el mismo reto de Tsipras, hacer una política de la crisis desde la izquierda. Esto implica no sólo saber que se enfrenta a una política de límites si no que hay que renovar ideas y programas desde la socialdemocracia. Un gran reto.