Las olas que han transformando en una ría el cauce del Jaboneros enlazan con las legendarias charcas anteriores a los Baños del Carmen.
El Levante es un viento que siempre ha puesto los pelos de punta tanto a los pescadores como a los vecinos de los barrios de casas mata de Málaga, que fueron urbanizando las playas por necesidad vital.
Paco Leal, veterano dirigente vecinal que nació en las playas del Palo, hijo y nieto de marengo, recordaba que nació en una barraca en primera línea de playa, en los años 40, que para más inri era alquilada y con el techo de cartón piedra. Cuando llovía, recordaba con humor, la familia se mojaba más dentro que fuera.
Como medida de precaución muchas de estas casas tenían una puerta de entrada y otra de salida, para que el mar, en días de fuerte oleaje, no se quedara de visita más tiempo del necesario.
El vaivén de las caprichosas olas y la fuerza de los mares es lo que los técnicos conocen como las dinámicas del litoral. Una dinámica a marchamartillo que hace que marzo ventoso no suela pasar sin su ración de temporales, como ocurrió, por ejemplo, el año pasado.
Estos mares encrespados, dignos de un cuadro japonés, han logrado, por ejemplo, el milagro de crear esta semana una suerte de pequeña ría en el Arroyo Jaboneros. El ímpetu de las olas ha hecho que estas remonten brevemente el cauce reseco como si fueran salmones y hayan creado un embalse de agua salada de importantes dimensiones.
Evoca este depósito de agua la formación de dos lagunas anteriores a la instalación de los Baños del Carmen en 1918, lo más probable porque las olas rompían contra las escolleras sumergidas del antiguo puerto de las canteras de San Telmo, derruido en parte en 1901.
En una foto tomada desde el cerro de San Telmo en 1911 por el joven fotógrafo malagueño Alejandro Rodríguez Storlesse puede apreciarse que todo lo que hoy son los eucaliptos del antiguo camping del Balneario estaba ocupado por una charca colosal.
En una segunda foto, un muchacho posa para el fotógrafo metido en la charca con el agua hasta las rodillas.
Obviamente, los eucaliptos que después se plantaron sirvieron para achicar el tamaño de esta laguna salada, que cuando se construyó el Balneario, incorporó la charla, ya bastante reducida, a sus instalaciones, mientras que desecó la segunda.
Estas modestas extensiones de agua de ayer y de hoy, situadas tierra adentro, vuelven a plantear al firmante si el origen del barrio de El Palo no será, a fin cuentas, el palus -paludis latino que aunque en primer termino se refiera a una cinénaga o terreno pantanoso, también tiene la acepción de charca. Desde luego es una teoría que no hay que desechar frente a la clásica historia del barco naufragado del que sólo asomaba el palo.
Cualquier fondo rocoso apreciable -o sin mucho aprecio- bien podría formar estas modestas sorpresas que esta semana han hecho su entrada por el Jaboneros.