El cacharro que no ven nuestros políticos

27 Mar

A escasos metros de la sede del PP, en la avenida de Andalucía, continúa la gigantesca máquina de vapor de la desaparecida Azucarera Hispania, de 1929, sin un cartel informativo que llevarse a la boca.

El pasado domingo La Opinión publicaba en la sección Mirando Atrás un reportaje sobre los recientes 20 años de la Asociación en Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial y Tecnológico de Málaga (Apidma).

Dos décadas en la que esta asociación, en la que trabajan de forma conjunta antiguos trabajadores de fábricas desaparecidas y profesores de la Universidad de Málaga, han conseguido salvar de una demolición segura elementos de nuestro patrimonio como la chimenea de La Térmica, al tiempo que han ido formando a nuestros cargos públicos en la necesidad de apreciar lo que antes sólo consideraban cacharros viejos sin valor que obstaculizaban una futura carretera, un paseo marítimo o una promoción de viviendas.

Como recordaba el pasado domingo Francisco Rodríguez Marín, el primer profesor universitario de España en enseñar Patrimonio Industrial en Historia del Arte, hay que acabar con la idea del siglo pasado de que el patrimonio sólo lo forman catedrales, castillos y monumentos de este rango y ahí están, para corroborarlo, la chimenea de la Térmica, declarada Bien de Interés Cultural o ese próximo BIC que puede ser la preciosa fábrica del Tarajal.

Para la foto principal del reportaje, el profesor Rodríguez Marín, actual presidente de Apidma y el que ha dirigido la asociación 19 años, José Antonio Ruiz, posaron ante la enorme maquinaria que descansa en un jardincito de la avenida de Andalucía, a pocos metros de la sede del Partido Popular.

Esta vecindad, sin embargo, no parece haber iluminado las mentes de quienes gobiernan la ciudad desde hace 24 años, pues desde que fue colocad0 en la avenida de Andalucía, nadie ha tenido la ocurrencia de colocar una placa informativa que explique a los viandantes qué es este cacharro del tamaño de Moby Dick.

Francisco Rodríguez Marín comenta a esta sección que incluso llegó a encargar una encuesta a sus alumnos, para que preguntaran a los paseantes de la avenida de Andalucía qué era esa enorme maquinaria: nadie tuvo ni idea.

En realidad, se trata de la máquina de vapor de la desaparecida Azucarera Hispania, fabricada en 1929 en Francia por la compañía Five-Lilles, la misma que hizo el puente parisino de Alejandro III.

Y ahí sigue: la ilustre desconocida. Puede que los dirigentes populares se hayan cruzado con ella miles de veces camino de su sede, pero no son capaces de verla pese a sus innegables dimensiones. Es la evidencia de que la asociación debe seguir reivindicando el Patrimonio Industrial tanto en las escuelas como en los círculos políticos.

Los que sí cumplen son los ingenieros industriales malagueños, también con su sede a pocos metros, que son quienes consiguieron emplazar la maquinaria en la avenida y se encargan de mantenerla.

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