Un conocido arquitecto de Málaga reflexiona, tras el derribo de Villa Maya, sobre el raquítico Catálogo de Edificios Protegidos del PGOU que padecemos, por la parálisis de nuestros munícipes.
Invocaba la pasada semana nuestro alcalde la pericia de los redactores del raquítico Catálogo de Edificios Protegidos de nuestro PGOU para justificar su inacción a la hora de salvar Villa Maya, que nunca formó parte del escueto club de edificios dignos de no ser demolidos en Málaga y por tanto, debió de ser porque no merecía seguir en pie.
Como saben, mientras en Amsterdam o en Sevilla se mantienen en pie las casas de Ana Frank y la supuesta casa natal de Velázquez, respectivamente, en Málaga lo que quedaba de la casa natal de Cánovas del Castillo se echó abajo bajo su mandato, allá por 2004.
También un símbolo de concordia en plena Guerra Civil como esta casita del Limonar se ha ido al carajo sin contemplaciones. La idea de remediar el desaguisado con la concesión de la Medalla de la Ciudad para el cónsul Porfirio Smerdou, como propuso nuestro alcalde hace unos días -además de una placa conmemorativa de rigor en la casa demolida-tiene un innegable aroma a humor negro.
Al hilo del reciente derribo, un conocido arquitecto de Málaga hacía a esta sección la siguiente reflexión: a su juicio, el catálogo de edificios protegidos de nuestra ciudad es un documento «obsoleto, inútil y sobrepasado por defectuoso», así que lo poco que se salva en esta ciudad se debe, argumenta, a la buena voluntad de la iniciativa privada.
Para este arquitecto, los políticos malagueños «tienen metido en sus cabezas que el respetar los valores histórico patrimoniales es un freno a la inversión, lo llevan grabado a fuego, así que mejor una legislación defectuosa».
Coinciden sus reflexiones con la próxima demolición del edificio de Hoyo de Esparteros al que, gracias a los denodados esfuerzos del Ayuntamiento y la anterior Junta de Andalucía socialista se le retiró la protección arquitectónica para poder dejar espacio a un hotel con barra libre normativa en esta ciudad, al saberse que su autor sería Rafael Moneo.
Así que, ni siquiera la protección arquitectónica es un seguro de vida cuando nuestros acomplejados gestores se topan con un señuelo de primer nivel. Si a esto sumamos el famoso principio de Peter de la incompetencia, obtendremos un panorama bastante preocupante del urbanismo malaguita.
Pero no hay que perder la esperanza. Un servidor ha tenido la suerte de conocer a políticos cultos, sensibles y formados. Haberlos haylos en todos los partidos. A ellos va dirigida esta modesta sugerencia, ya recogida en esta sección alguna vez: diríjanse al Camino de Suárez con Eugenio Gross y se toparán con una manzana de casas de aire regionalista que recuerdan a las antiguas de Ciudad Jardín, aunque no sean tan fastuosas.
Pero es de lo poco antiguo y hermoso que queda en esa parte de Málaga.
Por supuesto, no aparecen en el Catálogo de Edificios Protegidos. Protéjanlas o puede que cualquier día las echen abajo sus mismos compañeros de partido.