El Ortega malagueño, un historiador en el exilio

23 Nov

La revista TSN de la UMA publica un especial sobre José Antonio Ortega y Medina (1913-1992) uno de los historiadores más eminentes de México. Luchó con la República y tardó 30 años en volver a pisar su Málaga natal. La UNAM de México le edita sus obras completas.

Los marcados contrastes del mundo podemos encontrarlos en cualquier parte. Compárese si no la reciente publicación del epistolario del malagueño Alberto Jiménez Fraud, coeditado por la Fundación Unicaja y la Residencia de Estudiantes -de la que fue su primer director-, con la última perfomance del diputado Rufián, un político al que, por sus depurados modales mamporreros, le vendría como un guante la portavocía de la actual Casa Blanca.

Pero para que ni los rebuznos parlamentarios ni las sobreactuaciones de la campaña electoral andaluza nos depriman demasiado, basta con contraponer al circo político la última recuperación de la Universidad de Málaga, de la mano de su revista de estudios internacionales TSN.

Publicada por el Aula María Zambrano de Estudios Transatlánticos, dependiente de la UMA, la publicación ha recuperado este otoño la vida y la obra de un reconocido historiador malagueño que hizo fortuna intelectual en el exilio, al igual que su paisano Jiménez Fraud.

TSN dedica un especial al profesor Juan Antonio Ortega y Medina, malagueño de familia antequerana, nacido en 1913 y criado entre La Goleta y El Molinillo. Alumno de la Escuela Normal y del Gaona, su defensa durante la Guerra Civil del gobierno legítimo le condujo a un deplorable campo de concentración francés durante un año y de ahí, al exilio en México, donde falleció en 1992 convertido en uno de los historiadores más respetados del país. De hecho, la Universidad Nacional Autónoma de México, donde enseñó largos años, está editando sus obras completas en varios volúmenes, trabajo que fue presentado a finales de 2016 en Málaga.

Como recuerda en TSN su exalumna, la profesora Alicia Mayer, el historiador malagueño dedicó buena parte de sus energías intelectuales a combatir con argumentos y datos históricos la leyenda negra española para que los mexicanos asumiesen el legado hispano sin tópicos. También transmitió a sus alumnos la vocación por una visión internacional de la Historia que ampliara sus puntos de vista.

Estudioso de las relaciones angloespañolas, de Humboldt, de la evangelización puritana en Norteamérica, Lutero, la Contrarreforma y de la mirada de los viajeros extranjeros en la antigua Nueva España, entre otras muchas materias, Juan Antonio Ortega y Medina fue además el primer nacionalizado en ser admitido en la Academia Mexicana de la Historia.

Como recuerda su sobrino nieto Alejandro Salafranca, de la Secretaría de Cultura de Ciudad de México, en 1956 su tío abuelo pudo volver a abrazar a su familia en un reencuentro en Lisboa y tres años más tarde regresó a Málaga, ciudad que no dejaría de visitar. Murió, por cierto con las botas puestas, minutos antes de presidir un examen de grado.

Frente a personajes como Jiménez Fraud o el Ortega malagueño, cualquier rebuzno parlamentario es digno de compasión.

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