La Casa de Fermina, en el 19 de la calle Torremolinos, está cargada de historia. Allí vivió una prima de Picasso y espera como agua de mayo una urgente rehabilitación.
En la novela La casa, del argentino Manuel Mujica Lainez, de 1954, una histórica mansión cuenta su vida en primera persona, así que hace un repaso a los distintos ocupantes y objetos que acogió a través de los decenios; y lo hace cuando está a punto de caer bajo la piqueta en un rincón de Buenos Aires.
Huérfanos como estamos del fallecido jesuita José María Pilón, máximo experto en psicofonías, ignoramos si algunas veteranas mansiones de Málaga se dedican al mismo recuento de muebles, personajes y portentos pero podemos intuir algo así con sólo contemplar, en mitad de la calle Torremolinos, en Churriana, un histórico edificio que sigue en pie sólo porque los albañiles que lo levantaron se aseguraron de que contara con buenos cimientos y paredes sólidas, pues presenta algo más que humedades.
Se trata de una vivienda en el número 19 de la calle Torremolinos, frente a la casa de la cultura, y a la que el catálogo de edificios protegidos del PGOU ha tenido a bien acoger en su seno y darle la máxima protección arquitectónica, lo que es muy de agradecer. El propio catálogo nos informa de que es de los pocos edificios del XIX que todavía se mantienen en pie en el casco urbano de Churriana y en concreto, llama la atención por sus volúmenes, con sus tejados escalonados (cuando los exhibía) y cierto aire de arquitectura fabril.
Del esplendor del pasado sólo queda lo que la casa pudiera contarnos, si le diera por hablar como a la mansión argentina. Todavía sobreviven el apagado color rojo de sus muros y las soberbias rejas artísticas de sus balcones, uno de ellos asomado a la calle Torremolinos.
El cronista de Churriana, el querido Cristóbal Salazar, contaba ayer al firmante que Teresa Blasco, una prima de Picasso -la hermana de Manuel Blasco, el pintor naif- impartía clase en esta vivienda a niñas del pueblo en los años 40. La casa, en la que también vivía esta maestra, había sido alquilada por el Estado y tenía una parte también para niños.
Pero la huella picassiana no acaba aquí, porque la casa, informa Cristóbal Salazar, era la del administrador de la vecina Huerta Platero, propiedad de Rodrigo Pacheco, padrino de bautismo de José Ruiz Blasco, padre de Picasso, quien alguna vez acudió con su familia a Churriana a ver a su padrino, que vivía en una gran mansión, más o menos por donde hoy está la biblioteca José Moreno Villa; así que Pablo Ruiz Picasso al menos conocía de vista el edificio, aunque no se sabe si llegó a entrar en él.
En Churriana se conocía como la Casa de Fermina, su última dueña y se sabe también que el sótano fue utilizado como cárcel durante la Guerra Civil.
Tantas pinceladas de historia hacen que muchos churrianeros esperen con verdaderas ganas la rehabilitación de esta soberbia pero desmejoradísima vivienda. Solo le falta hablar.