La renovación paisajística de la balsa de lodos de Teatinos ha dejado atrás su pasado galáctico y ganado en álamos y belleza. El auditorio, sin embargo, sigue provocando pegas vecinales.
Existen palabras que, pese a su complejidad o precisamente por ella, terminan copando los titulares e incorporándose al día a día de Málaga, de la mano de políticos con querencia por los tecnicismos antes que por la claridad.
Así es como algo tan sencillo y comprensible para cualquiera como «metro subterráneo», que no necesita explicación, ha sido sustituido en nuestra ciudad, casi desde el primer día de las obras, por «metro soterrado», que es lo mismo pero que otorga al político que lo pronuncia, aunque no sepa ni ponerse el casco, cierta pátina de experto en túneles.
A otras palabras, sin embargo, no se les busca sustitución sino que el representante público prefiere dejarlas donde están, envueltas en su halo ignoto y, por supuesto, sin ningún intento por aclarar el significado.
Es lo que ocurre con la balsa de decantación de Teatinos. Ahí está, lleva muchos años entre nosotros y sin embargo, si se hiciera una encuesta, un servidor intuye que el 90 por ciento de los participantes no tendría ni puñetera idea de lo que es. Eso sí, hablar de la balsa de decantación es como anunciar que la avería del coche es culpa del cigüeñal. Nos convierte automáticamente en expertos; en este caso, en expertos decantadores.
Por lo que el autor de estas líneas ha podido averiguar, una balsa de decantación cumple un papel bastante oscuro aunque útil en la depuración de las aguas. Básicamente es un depósito de lodo y otras sustancias viscosas que van cayendo al fondo y así permiten que el arroyo de Teatinos se libre de ellas y no llegue al casco urbano hecho un fangal.
Antes de la remodelación municipal, la balsa de decantación recordaba el agujero desértico, con monstruo incluido, al que Jabba el Hutt, el personaje de la saga de La Guerra de las Galaxias, lanzaba a los morosos.
En 2013, en tiempos del entonces concejal Miguel Briones, el Ayuntamiento concluyó una verdadera restauración paisajística, con los fondos de la junta de compensación de Las Morillas, y hoy es un lugar completamente distinto, con la balsa vallada y rodeada de álamos, lo que impide que los despistados terminen cuesta abajo y sin frenos, como algún desdichado de El retorno del Jedi.
La renovación paisajística fue bien recibida, no así el pequeño auditorio que lo acompañó a última hora. En su día, las dos asociaciones de vecinos del barrio, Parque Teatinos y Teatinos Alto, mostraron su temor a que el auditorio sólo sirviera de esparcimiento para el Homo botellonensis, y los vecinos tuvieran parrala con alcohol todos los fines de semana.
El auditorio sigue sin convencer y para dirigentes vecinales como Miguel Millán de Parque Teatinos, esos fondos podían haberse dedicado a necesidades más urgentes del barrio. De lo que nadie duda es de la gran mejora paisajística de la balsa de decantación. Ni que decir tiene que un servidor se decanta por su actual aspecto.