Se extiende la surrealista moda de llamar torres a las chimeneas industriales de Málaga, lo que puede dar lugar a futuros gazpachos históricos del personal.
Mucho antes de que el entrenador y lexicógrafo Luis Aragonés inventara la inmortal expresión «hacer la peineta», cuando en una rueda de prensa confundió «peseta» con «peineta», el entrenador yugoslavo Vujadin Boskov ya había sentenciado eso de «fútbol es fútbol».
El saber popular, por su parte, dejó acuñado muchos siglos antes el famoso dicho «al pan, pan y al vino, vino» o lo que es lo mismo, que a las cosas había que llamarlas por su nombre.
La Asociación en Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial de Málaga también pretende que los objetos industriales que trata de preservar reciban un nombre que no dé lugar a dudas y que lo mismo una antigua fábrica, un molino o una estación de tren sean ni más ni menos que una antigua fábrica, un molino o una estación de tren y no se conviertan en criaturas sustantivas mutantes, como deja entrever una preclara letra de los verdiales:
Por la mañana eres rosa,
al mediodía clavel,
por la tarde clavellina
y lirio al amanecer.
El caso es que la asociación está preocupada por la popularización de una inexactitud o quién sabe si bienintencionada metáfora que puede llevar a confundir al personal: hablamos de la moda de llamar torres a las chimeneas. El caso más llamativo es el de la chimenea de Los Guindos, rebautizada de vez en cuando como torre Mónica, en recuerdo de la gigantesca pintada que dejó un osado enamorado para homenajear a su novia Mónica. Aunque el gesto fuera meritorio -y muy poco meditado, porque el muchacho podía haberse abierto la cabeza- la pintada fue eliminada hace años y la chimenea restaurada.
Como resalta José Antonio Ruiz, el anterior presidente de esta colectivo que defiende el Patrimonio Industrial, hablar de la «torre Mónica» es dejar en el olvido una de las fábricas que más huella ha dejado en Málaga, Los Guindos, de la que nos queda su chimenea y la memoria de algunos de sus trabajadores, además de una avenida.
Y la verdad es que si sigue la moda de llamar torres a las chimeneas podemos crear un importante gazpacho histórico a las nuevas generaciones, que podrían llegar a concluir, por ejemplo, que el pueblo abulense de Madrigal de las Altas Torres, donde nació nada menos que Isabel la Católica y murió Fray Luis de León, fue en realidad un tempranísimo complejo industrial cuajado de fábricas desde la Edad Media, o que el apellido que luce nuestro alcalde, Paco de la Torre, hace referencia a una longeva estirpe de deshollinadores.
Si fútbol es fútbol, chimenea es chimenea. Pretender que torre sea sinónimo de chimenea es un empeño tan surrealista como llamar vino al pan o peineta a la peseta. Ánimo, torres más altas han caído.