El lateral de la parroquia de Santiago continúa exhibiendo una demostración de ira artística mal encauzada en forma de firmas y sentencias que animan a consumir drogas.
Si la violencia contra los objetos es una expresión de ira -incluso en las películas de Bud Spencer y Terence Hill- existe también una ira artística que empuja a sujetos normales, con ciertas aficiones artísticas, a atentar con esprays contra todo tipo de superficies, con la excepción de su propia superficie cutánea.
Esta misma semana hemos sabido que la Policía Nacional, en colaboración con la Local, ha logrado detener al grafitero Tous, un chiquillo de veinte años que había dejado huellas de un ego excesivo en forma de pintadas de enorme tamaño en el muro del Cementerio Inglés, el túnel de la Alcazaba y hasta en una furgoneta aparcada en El Palo que, literalmente, revistió con su firma.
Como se ve, la huella artística es mínima, casi simbólica, en esta rama de la grafitería. En realidad, la distancia entre la persona que realiza un mural decorativo por encargo institucional en los márgenes del Guadalmedina o en el túnel de la fuente de la Burra (junto al Asilo de los Ángeles) y la que se limita a ensuciar una pared e incluso un monumento con su firma, es la misma que, en términos de claridad expositiva y riqueza de vocabulario, pueden separar a Martin Luther King de Gabriel Rufián (quién sabe si el diputado que peor se expresa en toda la historia parlamentaria española).
El otro día hablábamos de Séneca. Con que las palabras del inmortal romano de Hispania hubieran, cuando menos, rozado los oídos de algunas acémilas artísticas, otro gallo nos cantaría. Para empezar, el lateral de la parroquia de Santiago -Bien de Interés Cultural en esperanzador proceso de restauración- estaría impoluto y no inmortalizado con una mejorable colección de sandeces en forma de firmas y citas chungas en un inglés psicotrópico.
Eso se destila del ente bípedo que, con spray de color morado anima a consumir LSD, speed, cocaína y otras sustancias perjudiciales para el cerebelo. Eso sí, las recomendaciones están escritas en inglés, aunque el supuesto autor se reserva el español castizo para su firma: «Er Drogas!», con signo de admiración solo al final, como mandan los cánones del postureo.
A su lado, los restos de un cartel anunciador de una posible sesión de pinchadiscos que también eligió la pared de la iglesia más antigua de Málaga para anunciarse.
Y en la parte del zócalo, la firma, con dos rostros incluidos que nada tienen que ver con los de Bélmez, de un tal Truman, a quien por supuesto le toca un pie ensuciar un monumento de cinco siglos.
Por eso, es de desear que a Tous, Truman, Er Drogas y el resto de airados artistas les caigan encima, no solo multas, sino sobre todo educación, civismo y empezar a pasar más tiempo pensando en los demás y menos en la observación de sus respectivos ombligos. Suerte.