Los turistas han descubierto un nuevo punto de arranque para su visita a Málaga: el sótano del Rectorado, gracias a su estupenda exposición permanente.
A Séneca no le gustaba el viaje permanente porque, a su juicio, ni el cuerpo ni la mente se asentaban bien, y tampoco se podía cultivar la amistad convertido, disculpen la anacronía, en el baúl de la Piquer.
En una ocasión, zarpó en barco rumbo a una localidad próxima a Nápoles, el mar se enfureció y a Séneca le entraron los siete males. Pese a lo escarpado de la costa, rogó al timonel que lo desembarcara, pero este se negó porque era más peligroso intentar la maniobra que seguir a merced de los mares. Ni corto ni perezoso, el filósofo, envuelto en un batín de lana, se lanzó al mar y llegó nadando a tierra, donde además de improperios, soltó lo que no estaba escrito, después de tanto bamboleo.
Esta anécdota quizás nos recuerde la peligrosidad extrema de los viajes marítimos en la Antigüedad, y cómo, los fenicios, tuvieron, disculpen la anacronía, más valor que el Guerra para llegar a estas tierras desde tan lejos.
Como saben, ya hay un lugar en Málaga en el que, con la misma eficacia que nuestro por fin disfrutable Museo Arqueológico, se puede sentir el paso de los siglos y, en concreto, calibrar la importancia de nuestro puerto como puerta de entrada secular, aunque en los comienzos se tratara de un modestísimo puerto natural, una roca con forma de lanza, transformada en escollera, visible aún en las marinas decimonónicas, cuando la Aduana todavía se asomaba al mar.
Todavía quedan restos de esta roca -sepultada por las obras del Parque y el nuevo puerto- en la que amarraron incontables barcos fenicios y romanos y vaya usted a saber de qué lugares más del Mare Nostrum y siguientes.
Lo más importante es que este encuentro con el pasado está, por fin, adaptado al visitante del siglo XXI.Es el pequeño milagro propiciado en el sótano del edificio del Rectorado, con la exposición permanente Un tiempo, todos los tiempos. Un viajero, todos los viajeros, que ha sido posible gracias a la empresa Mlk Producciones.
Como saben, hay rincones de nuestra ciudad en los que conviven modernas reformas de edificios con restos arqueológicos, pero la mayoría suelen estar en un segundo plano, semi ignorados, con algún escueto cartel explicativo de propina y para de contar. Una verdadera pena no sacar partido a estos tesoros.
El sótano del Rectorado no deja de recibir visitas de turistas para ver la exposición, que además de completos carteles explicativos tiene música, imágenes, restos arqueológicos fenicios, romanos y de la época musulmana, ánforas en las que el público, tras pulsar un botón, puede asomarse y descubrir sorpresas y velas de barcos que convierten este subsuelo en un milenario rincón portuario.
Ojalá que el resto de enclaves arqueológicos que dormitan sin pena ni gloria en el Centro de Málaga tomen nota de esta estupenda revalorización de nuestro pasado.