Un nuevo Peine del Viento para el litoral

14 Nov

Después de que hace una década, durante tres años un carrito de la compra oxidado embelleciera el Paseo Marítimo Pablo Ruiz Picasso, toma el testigo una inquietante forma artística surgida de las rocas.

Corría el año 2006 y aunque no había particulares fastos que celebrar entonces, la ciudad de Málaga se dotó de una versión ciertamente original de El Peine del Viento -la famosa serie de esculturas realizadas por Chillida para San Sebastián- con la feliz particularidad de que por la versión malaguita no hubo que pagar derechos de autor.

Se trataba de un churrigueresco carrito de la compra, con toda probabilidad mangado de algún supermercado local, que había terminado despeñado por las rocas del Paseo Marítimo Pablo Ruiz Picasso, muy cerca de la extinta plataforma del tranvía, en dirección al Morlaco.

Como fueron pasando los años y nadie lo retiraba, pese a lo transcurrido del paseo, El Peine del Viento malaguita se fue asentando y ganó no tanto en prestancia como en oxidación, hasta el punto de que se asemejaba a un molusco de hierro, integrado de forma dudosa con las rocas y los gatos del entorno.

En su última etapa, se le sumó un colchón del que sólo quedaba su exoesqueleto y finalmente, hacia 2009 algún responsable detectó la férrea anomalía escultórica y la retiró de la circulación.

Ignoramos si esa primera versión cutre de El Peine del Viento donostiarra se conserva en algún almacén municipal o si pasó a Los Ruices, el caso es que en nuestros días ha tomado el relevo otra nueva estructura de hierro a la que le auguramos muchos años de pervivencia en nuestro litoral, si nuestros políticos reaccionan con la misma rapidez de reflejos.

Se trata de un aparente escultura de hierro forjado que, de forma enigmática, se encuentra encajada entre las rocas, en un sitio próximo al que ocuparon el carrito de la compra y los restos del colchón. La particularidad es que la obra tiene más apariencia artística que los despojos antes citados, por esos requiebros del hierro. ¿Formó parte de algún chalé de la zona?, ¿adornó algún rincón clásico con claveles y naranjos?

Lo curioso es que, encasquetada como está entre los ñoscos, un trozo de tela cuelga de ella, y da la impresión de que puede servir de percha improvisada a los bañistas. Eso sí, esta obra de arte es solo para usuarios atrevidos que no tengan miedo a las manchas de óxido ni a pillar el tétanos.

Y como este rincón de perennes gatos también se está ganando el puesto de paseo escultórico para la eternidad, ¿por qué el Ayuntamiento no se anima y expone las piezas más llamativas del vertedero de Los Ruices? Es una idea.
Mientras tanto, disfruten ustedes de un nuevo Peine del Viento, más estilizado incluso que el anterior.

Seis mandamientos

Año 99, un joven visitante de Lugo pasea por la calle Larios. Tiene el pelo ensortijado y poco amigo de los peines, a lo Charlton Heston de Moisés. Saluda a Chiquito de la Calzada y este, al ver su cabello, comenta: «¡Mira este, que parece que va a hacer Los Seis Mandamientos!». Va por el grande de La Trinidad.

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