Se necesitan barrenderos y clases de Urbanidad

20 Jul

La confluencia de la calle Albacete con Genoveses, en Monte Pavero, es un preocupante vertedero forjado en parte por la tribu de los lanzadores de basura.

Hace ahora diez años que una empresa realizó un estudio sobre las zonas de Málaga en las que más imperaba el gamberreo. Uno de los barrios señalados fue Monte Pavero, donde la asociación de vecinos llevaba años deplorando las prácticas de algunos vecinos, con las mismas ansias de actividad que Homer Simpson, de ahí que en lugar de sacar la basura todas las noches a patita, optaran por dejarla caer por la ventana.

Imaginen la escena, los conocidos bloques verdes, de una altura considerable y visibles desde media Málaga, habitados por una minoría de especímenes que se dedica a una insólita práctica tribal, al menos hasta la primera mitad del siglo XX: el lanzamiento de basura por la ventana.

¿Cómo convivir con personas con una visión tan particular de la fraternidad entre los seres humanos? Si a tu lado vive un vecino que saca la basura por la ventana, olvídate de pedirle sal y atranca tu puerta.

La lástima es que, diez años después, la minoría incívica sigue en sus trece. La porquería, de un nivel preocupante, se concentra en la extinta calle Caída, el tramo que se hundió tras las inundaciones del 89 y que no fue reparado hasta casi 20 años después. Se trata de la confluencia de la calle Albacete con la calle Genoveses.

Ayer, el firmante se dio un paseo por la zona y con lo primero que se encontró fue con un vecino hasta las narices de que la ley de la gravedad transforme su barrio en un vertedero.

Y la verdad es que, al pie de un par de bloques se apreciaban varias bolsas de basura, la mayoría de las cuales terminan cayendo por una pronunciada loma, con el contenido ya espurreado. Al nivel de la calle hay además un pequeño canal para aguas pluviales completamente inundado de bolsas de plástico. El día que caiga un chaparrón, los vecinos al pie del Monte Pavero se llevarán una desagradable sorpresa en forma de turbulenta torrentera de desperdicios.

Pero la desolación más absoluta, el fracaso de cualquier método educativo imaginado, lo encontramos al otro lado de la calle. Pese a que el barrio cuenta con una apreciable hilera de contenedores, o precisamente por eso, una pequeña loma terriza, transformada en un modesto bosque de brachichiton que llega hasta la avenida de Valle Inclán, sirve de rampa de bajada de toda la porquería.

El resultado es como si visitáramos unos grandes almacenes después de una invasión alienígena: televisores despanzurrados, sillas rotas, neumáticos huérfanos, sanitarios deconstruidos… y todo este totum revolutum baja por la loma ajardinada rumbo a la avenida.

Se ve que el colectivo de removedores de contenedores está muy activo, si a eso sumamos el de los lanzadores de basura, en la zona se necesitan con urgencia barrenderos pero también, para algunos, clases de Urbanidad .

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