El fin de las desdichas para la casa de Solesio

5 May

La mansión de finales del XVIII de la calle Granada afronta un nuevo intento de
convertirse en hotel y deja atrás unos tiempos más que lamentables.

La saga literaria juvenil Una serie de catastróficas desdichas, que narra las desventuras de tres huerfanitos, bien puede poner el título al caserón de la calle Granada, esquina con Tomás de Cózar, aunque ahora por fin comienza a brillar el sol en lo poco que queda en pie de él.

Para empezar, durante lustros ha lucido dos nombres erróneos: el palacio del Marqués de la Sonora o de los Gálvez. Como muchos saben, los Gálvez nunca vivieron allí. El inmueble fue propiedad del genovés Félix Solesio, quien en 1776 consiguió la concesión para montar una fábrica de naipes en Macharaviaya (el ministro José de Gálvez logró el monopolio de fabricación de cartas para su pueblo natal).

La casona en cuestión, muy cerca de la puerta principal de la ciudad, la de Granada, la construyó Solesio en 1790 para vivienda y almacén de los naipes que se mandaban a América (de una calidad que dejaba bastante que desear, todo hay que decirlo). El almacén estuvo funcionando hasta 1801, cuando se abandonó por el exceso de humedad.

Como alguna vez hemos contado en esta sección, en los años 40 del siglo pasado el entonces dueño del inmueble se trajo de Macharaviaya, pueblo al que estaba muy unido, un escudo de los Gálvez que encontró abandonado y lo colocó en la fachada, con lo que la leyenda de que el palacio perteneció a los Gálvez quedó más que cimentada.

Paradójicamente, la etapa más negra del edificio estuvo ligada al primer intento fallido de resurrección del inmueble para convertirlo en un hotel, a partir de 2004, con el grupo Salsa. La casa de Tócame Roque en la que a ratos se convirtió el mundo de la construcción en los años del boom en España también dejó su huella en este edificio.

Como adelantó La Opinión el otoño del año pasado, un juzgado de Málaga falló que la demolición del palacio «no fue fortuita sino provocada». En el informe técnico presentado durante el juicio para sostener la veracidad de la tropelía, aparece la foto de seis vigas serradas mecánicamente. No parece que fueran las termitas sino el espíritu de Torrente -y no de Torrente Ballester- el que dio buena cuenta de la madera.

Por suerte, la picaresca hispana quedó atrás y lo que queda del palacio de Solesio encara desde hace unos días una etapa que confiemos en que sea más esperanzadora y heredera del Siglo de las Luces.

El segundo intento de transformar el cascajo actual en un hotel tiene un plazo de ejecución de tres años .

La esplendorosa rehabilitación de la iglesia de Santiago y las obras de reforma, ya en marcha, de un edificio vecino junto a la calle Santiago auguran un futuro mucho más digno para una de las calles más transitadas por turistas y visitantes. Hasta la fecha, el tramo era un museo del andamio. Parece que se acabaron las desdichas. Muchísima suerte para el hotel.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.