Cuando tras la primera piedra no sigue la segunda

28 Mar

Junto al Camino de San Alberto una parcela municipal atesora en su interior una primera piedra, que fue colocada hace 16 años, para una futura parroquia nunca construida.

 Como sabemos de sobra los malagueños, en esta tierra no todo lo que se empieza se concluye. Además del ejemplo secular de la Catedral -paralizada por las obras en los caminos de Vélez y Antequera en el último tercio del XVIII- junto al Camino de San Alberto pasa el rato una parcela municipal de 1.500 metros cuadrados sin oficio ni beneficio. Vocación tiene para ir ganando experiencia con los años y emular al templo mayor.

La única actividad importante que pudo observarse en este solar se registró hace 16 años, cuando el alcalde actual llevaba cosa así como un año al frente del Ayuntamiento de Málaga, lo que nos da una idea del mucho tiempo transcurrido.

Por aquel entonces, el 11 de noviembre de 2001, se escenificó en su interior la ceremonia de colocación de una primera piedra, con la asistencia del fallecido obispo de Málaga, Antonio Dorado y tres párrocos del entorno. La primera piedra se colocó con gran fasto y alegría, pero no hubo segunda piedra ni las siguientes con las que poder completar una parroquia para la zona.

Han sido muchas las veces que la asociación de vecinos de Carlinda, el barrio vecino, ha reclamado a la Diócesis de Málaga que la concluya porque la zona lo necesita pero hasta ahora ha sido como predicar en el desierto. La Diócesis le contestó hace siete años que no había dinero pero sí la intención de construir la iglesia, aunque no precisó la década.

Mientras tanto, y para sacarle uso al terreno, como el tiempo ha ido urbanizando el entorno se ha convertido en el lugar ideal para sacar al perro. Aunque vallado, el solar – entre las calles Platero Diego de Baena y calle Nalón- tiene las puertas abiertas de par en par con el fin de que los animalitos puedan desfogar y hacer lo que acostumbren.

La pasada semana el firmante visitó la parcela y pudo hablar con un veterano vecino, perro en ristre, que se lamentaba de que la parroquia continuara en barbecho y el solar se hubiera quedado para algo mucho menos edificante que vestir santos.

La primera piedra debe de estar por algún lado, pero las plantas surgidas tras las lluvias no lo ponen muy fácil para localizarla. Sí recuerda un servidor que se introdujeron en esa ceremonia los periódicos del día, como es tradición,  y monedas de curso legal, así que los arqueólogos del futuro, si algún día la parcela se edifica, deberán resolver el misterio del paréntesis de tantos años entre la piedra fundacional y la que remata el edificio.

Al Ayuntamiento lo que le falta es sentido práctico, porque si no hay visos de que allí se vaya a construir alguna vez una parroquia y si los vecinos tienen la querencia desde hace años de llevar a sus mascotas, ¿por qué no zanjar la incertidumbre con un pipicán a la espera de que se geste otro equipamiento?

En cuanto al nombre, ni que decir tiene que el que mejor le iría sería: Parque Canino de la Primera Piedra.

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