Nada mejor para ver si nuestros concejales abrazan la modernidad que proponer una votación para elevar la altura del hotel del puerto. Se repetiría así la gesta de hace cerca de medio siglo con La Malagueta.
El engañoso punto de vista según el cual, los partidarios del rascacielos en el puerto se situarían en la más rabiosa modernidad y quienes cuestionan el emplazamiento, en la tierra de los carpetovetónicos rancios, hace pensar en esa inolvidable corporación municipal que acordó elevar la altura inicial de los futuros bloques de La Malagueta para mayor gloria de la ciudad, que se convertía, gracias a esa excelsa maniobra, en puntal europeo de la arquitectura contemporánea.
Por desgracia, no fue así. El destrozo causado al paisaje por ese lamentable acuerdo hace más que razonable que, en nuestra ciudad, todas las invocaciones a la imparable modernidad y desarrollo de Málaga haya que examinarlas con lupa, porque detrás suele haber legítimos pero ramplones intereses económicos o comerciales y lo último que se tiene en cuenta es algo tan poco respetado en el litoral español como el paisaje o el interés general.
Resulta paradójico que los socialistas, alternando sus dos modalidades (representación autonómica y municipal) en los últimos años hayan dado el visto bueno al sonrojante apaño urbanístico que puede hacer posible el hotel de Hoyo de Esparteros y ahora respalden este edificio que desgraciará para las próximas generaciones las vistas de la Bahía de Málaga.
Alguna vez, servidor ha comentado una certera ilustración de El Roto en la que un sonriente personaje, al volante de un descapotable, se dirige al espectador con estas palabras: «Vamos hacia el desastre pero, ¡en menudos coches!». Este parece ser el punto de vista de muchos de los que defienden el proyecto, pues no calibran las negativas consecuencias para la imagen de Málaga y se centran en las espléndidas vistas que ofrecerá (como las terrazas de La Malagueta, por cierto) y en los beneficios económicos, que en absoluto justifican la operación.
Sería bueno que, una vez levantado el prodigio, nuestro presidente-promotor del Puerto y los concejales que jalearon el proyecto (incluso con carteles, véase la perfomance de Ciudadanos en la línea de Bienvenido Mr. Marshall), arribaran en barco a Málaga para que fueran conscientes del impacto paisajístico que han propiciado para los restos.
El «desastre» del que habla El Roto puede llegar en forma de flamante y veloz deportivo pero también de hotel catarí y ya sabemos que en esta ciudad las apariencias, por mucho que engañen, fascinan que es una barbaridad.
Como en el caso de Hoyo de Espateros, no es una cuestión de arquitectura moderna frente a un grupo de carcamales sino de un emplazamiento totalmente desafortunado.
Pero ya puestos, que el pleno vote elevar su altura para que aprendan todos los rancios que nos oponemos al progreso… de algunas cuentas corrientes.