La juerga con garbanzos de Ernest Hemingway

25 Ene

Una malagueña que asistió en el verano de 1959 o 60 al cumpleaños de Ernest Hemingway en La Cónsula recuerda algunos detalles de una celebración atípica o más bien típica del escritor norteamericano.

Correría El verano peligroso o alguno próximo, ese que Ernest Hemingway relató de forma póstuma en una novela de igual título. Estamos hablando de julio de 1959 o 1960, cuando una pareja de malagueños, amiga de Carmina Dominguín, la mujer de Antonio Ordóñez, fue invitada a una fiesta de doble cumpleaños en La Cónsula, la famosa finca de Churriana que desde 1953 disfrutaban los propietarios norteamericanos Bill y Anne Davies.
Como muchos saben, los Davies, cuyos restos descansan en el precioso Cementerio de Churriana, eran amigos íntimos de Hemingway, que pasaba temporadas estupendas en la finca.
La fiesta del doble cumpleaños, por cierto, era la del escritor pero también la de Carmina Dominguín, así que se juntó un grupo muy heterogéneo de gente pero con Hemingway de por medio, el principal ingrediente de la juerga, además del sol de Andalucía, fue el alcohol.
De hecho, recuerda esta pareja, que el bebercio corrió a raudales y Hemingway, retrepado en un sillón, observaba entre carcajadas las evoluciones del personal. Por ejemplo, uno de los invitados, también malagueño, probó una copa y sin nada mejor que hacer se cayó redondo al suelo, lo que le hizo dudar, una vez recuperado, de que la copa contuviera un solo ingrediente.
Llegó el momento de la comida, que estuvo a tres años luz de lo que, en teoría, uno esperaría de un sitio tan distinguido. Porque no hicieron acto de presencia tartaletas de salmón pescado la noche anterior en Noruega, ni nitrógeno líquido, ni gelatina de mijo u otras exquisiteces.
En su lugar, Marie, la mujer de don Ernesto, anunció que ofrecería un plato típicamente español y, como si se tratara de un rancho militar, comenzó a servir de unos peroles gigantes pegotes enormes de arroz con garbanzos, un plato ligerito para el verano malagueño.
El desfase continuó a lo largo de toda la jornada. Un invitado español empezó a hacer rimas en absoluto memorables con su apellido, de esos que en la poesía española tienen premio (en concreto se apellidaba Angulo); los invitados siguieron bebiendo, algunos trataron de hace ejercicios de doma con un burro de los Davies que campaba a sus anchas por La Cónsula y como fin de fiesta, unos fuegos artificiales iluminaron la tarde noche de Churriana y durante el trayecto aéreo, se entretuvieron en incendiar dos palmeras del jardín histórico.
El incendio obligó a llamar a los bomberos, cuya llegada puso la guinda surrealista a juerga tan cumpleañera.
El matrimonio de malagueños salió indemne, entre otras cosas porque la joven esposa se encontraba embarazada de su primer hijo y pudo ser testigo fiel, sin interferencias, de este cumpleaños tan regado por todo tipo de líquidos menos por el agua…salvo que el que al final de la velada aportó el Cuerpo de Bomberos de Málaga. Fue el particular homenaje de nuestro Ayuntamiento al premio Nobel de Literatura.

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