Ayer comentamos que, para no cansar al personal, no íbamos a hablar de la Aduana. Hoy lo haremos de forma tangencial, porque vamos a hablar de dos recientes errores del protocolo, uno de los cuales planeó el pasado lunes durante la inauguración del Museo de Málaga.
Como ya informó La Opinión, a punto estuvieron los académicos de San Telmo de quedarse sin más representación institucional que su presidente, el abogado y pintor José Manuel Cabra de Luna, porque los organizadores del acto en Sevilla sabían tanto de la historia del museo como de sagas islandesas.
Y lo cierto es que, si no es por la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, el Museo de Bellas Artes de Málaga, una de las dos patas del Museo de Málaga, no habría surgido. Fueron los académicos quienes, en 1916, montaron el primer museo en la calle Pedro de Toledo –en una casa alquilada a la casa Larios por cien pesetas al mes– y que se nutrió de donaciones de los propios académicos así como de piezas rescatadas de los conventos desamortizados, entre otros orígenes.
Ayer, un académico de San Telmo calculaba en unos 500 los fondos pictóricos de la academia, que hasta la llegada del Museo del Prado fue el principal sostén de la sección de Bellas Artes del Museo.
Pues no bastó este hecho y el presidente tuvo que negociar para que, al menos, fuera invitada la junta directiva. Un despiste protocolario en un acto en el que, en el plano político, seguro que no se olvidaron ni del Archipámpano de las Indias, faltaría más.
A favor del protocolo hay que decir que sí fue invitado Jorge Benthem, nieto del iniciador del Museo Provincial de Bellas Artes hace un siglo, Ricardo Gross Orueta, que de 1913 a 1917 fue el presidente de la Real Academia de San Telmo. Un bonito gesto.
El otro despiste del protocolo lo protagonizó hace unos días Francisco Conejo, portavoz socialista en la Diputación, quien en su reciente visita de trabajo a México tuvo el detalle de visitar la iglesia franciscana de San Fernando, en México D.F., en la que descansan los restos de Bernardo de Gálvez.
El dirigente socialista depositó una hermosa corona de flores pero en las fotos que compartió en las redes sociales, se aprecia que la corona se encuentra junto a los restos mortales del padre, Matías de Gálvez, ya que los de Bernardo de Gálvez descansan justo enfrente, al otro lado del altar mayor.
En ese lugar, precisamente la Real Academia de San Telmo colocó en 2008 una lápida conmemorativa en la que, de forma muy clara, puede leerse eso de «Aquí yacen los restos del Excmo. Sr. Don Bernardo de Gálvez».
Es probable que el despiste se deba a que, junto a la lápida que cubrió el sepulcro de Matías de Gálvez –colocada en la pared– en 1986 los Granaderos y Damas de Gálvez colocaron a su vez una placa conmemorativa pero el general de Macharaviaya, como hemos dicho, no tiene pérdida: justo enfrente. En todo caso, seguro que don Matías agradeció el homenaje. Que no todos los laureles se los va a llevar el hijo.