Un paseo por algunas pintadas malagueñas

7 Dic

Examinadas con el ojo distante del arqueólogo, los grafiti de Málaga adquieren un valor inusitado y sus reflexiones se convierten en oro.

Resulta reconfortante comprobar cómo la historiadora británica Mary Beard, en los documentales que realiza sobre Roma y la civilización romana, se detiene ante los pequeños detalles, no pasa de largo ante la historia menuda, bastante menos evidente que los templos y columnas del Foro o el panteón de Agripa, pero que nos lanza a los que en este siglo XXI paseamos el tipo un mensaje lleno de vida y color.

Un servidor se refiere, claro, a los grafitis romanos dispersos aquí y allá, algunos zafios, otros insulsos o escuetos pero que el paso de los siglos ha dotado de un valor totalmente inesperado para los pimpollos que los realizaron.

Con el mismo ojo que el del arqueólogo, hay que recordar una vez más en esta sección la legendaria pintada que, a comienzos de los 80, un indignado estampó en una pared de Málaga, y que proclamaba a los cuatro vientos: «El juicio del 23-F es una farsa». Lo bueno es que, una vez inmortalizado, lo leyó algún paseante poco ducho en Ortografía y, pensando que debía corregir la errata, convirtió «farsa» en «falsa». Una corrección que hizo un flaco favor a la protesta.

Las columnas que hay en las entradas del Parque Huelin son también un destino ideal para todo tipo de reflexiones. Una de ellas dice: «Es más lo que nos une que lo que nos separa». Pero lo que parece un mensaje dirigido a Oriol Junqueras, tras un breve espacio continúa más abajo y el firmante aclara: «No luches contra tu hermano del guetto. El enemigo está más alto». Conclusión: los buenos contra los malos. Sin la amplia paleta de regulares que hay por el mundo.

En una línea parecida, pero sin señalar al rival, tenemos en el mismo parque «sal a la calle y lucha». Lo que no indica su autor es si el combate es contra la proliferación de pintadas.

En la zona del Camino del Colmenar, un anodino poste de la luz ha sido embellecido con el siguiente anuncio: «Mujer de su casa busca superhéroe de barrio» y parece que firma la pintada Superratona. Ignoramos si la demanda ha sido satisfecha o si, finalmente, Superratona tuvo que acudir al programa de televisión First Dates.

En otra modalidad, la del dibujo, al comienzo de la calle Juan de Malaga, que tiene uno de los rótulos más veteranos de la ciudad, reta al tiempo, si no ha sido repintado estos días, el dibujo de un enigmático pato con bombín que, en contra de la normativa en espacio tan reducido como esta callejuela, aparece fumando.

Ya dentro de la calle, las pinturas geométricas que algún día serán recuperadas por la Cámara de Comercio se ven interrumpidas por las tachaduras de un capullo integral. En este punto hay que precisar que, pasen los siglos que pasen, hay pintadas que, sin aportar más dato que la destrucción de un bien valioso, incluso a alguien como Mary Beard le merecerían la calificación de capullada integral. No todo vale, ni siquiera para los romanos.

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