El político de base tiene por delante numerosos retos. Uno de ellos es introducir en su vocabulario diario palabras y expresiones políticamente correctas, aunque bastante cúrsiles, como «ciudadanía», «sociedad civil» o «empoderamiento».
Otro reto es hacer bulto en las charlas de los jefes, que en los últimos tiempos destierran los atriles y las corbatas y prefieren sentarse en unos cubos grandes, como de guardería, para arremeter contra los malos en plan desenfadado.
Pero uno de los retos más importantes compete a los políticos de base que hacen sus pinitos en los distritos de los ayuntamientos españoles. Al menos en Málaga eso lleva aparejado la visita a solares y rincones infectos de los que los vecinos, con mucha razón, se quejan por la presencia de matorrales, basura, cacas de perro, mosquitos y ratas, invariablemente comparadas en tamaño con conejos.
Un concejal que se precie debe ser consciente de que parte de su tiempo lo pasará visitando estos lugares insalubres o, en el mejor de los casos, escuchando en su despacho o en la sede vecinal una detallada descripción botánica y zoológica de estos rincones mierdosos.
En El Palo hacía muchos años que los vecinos disfrutaban de uno de estos lugares en absoluto paradisíacos y como es natural, La Opinión se hizo eco de las quejas. Nos referimos a una casa abandonada que dormitaba en la parte alta de la calle Villafuerte. Se trata del antiguo centro de menores Grazalema, cedido por el Ayuntamiento a la Junta en 2001 y que llevaba cerrado los últimos cinco años.
El cierre, sin embargo, era solo administrativo, porque la casa se había convertido en refugio de indigentes, escoltado por un jardín salvaje y basuriento en el que, no es un tópico, no faltaban las ratas. Así lo detallaron los vecinos hace un par de años a La Opinión, poco después de que en una gresca alguien prendiera fuego a un colchón.
«Aquí hay ratas de todos los colores y la gente entra a pincharse», recordaba Rafael, un vecino. Ante esta situación, el Ayuntamiento envió una carta a la Junta en la que preguntaba qué destino pensaba dar a la casa abandonada, que estuvo gestionada en tiempos del centro de menores por la ONG MDPL.
Fuentes de la Junta respondieron, enigmáticamente, que actuaría «en consecuencia». Estos días podemos ver cómo la casa de la calle Villafuerte se sacude toda la basura de encima y se encuentra en plena remodelación. Lo más positivo es el cartelito que anuncia la apertura de un centro de día, con el anagrama de Aldeas Infantiles. El Ayuntamiento pidió a la Junta que le devolviera el inmueble y lo ha cedido a la ONG.
Está claro, el político de base, sea de la administración que sea, tiene que recibir su buena dosis de solar nauseabundo, en este caso con una casa próxima al síndrome de Diógenes pero a cambio, recibe la felicitación más sentidas cuando ratas como conejos abandonan el barco para siempre.